Hermosillo, Sonora. — En la década de 1980, México experimentó un boom en el desarrollo urbano, especialmente en Guadalajara, Jalisco, impulsado en gran parte por inversiones millonarias provenientes del incipiente narcotráfico. La llegada del Cártel de Guadalajara, liderado por Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, marcó el inicio de una era de crecimiento y corrupción en el crimen organizado.
Sin embargo, el panorama cambiaría drásticamente cuando dos jóvenes de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, conocido como El Chapo, e Ismael Zambada García, alias El Mayo, emergieron del Cártel de Guadalajara para fundar su propio imperio: el Cártel de Sinaloa. Su organización rápidamente se consolidó como una de las más poderosas del mundo, extendiendo sus tentáculos a nivel global y convirtiéndose en un referente del narcotráfico.
La alianza entre El Chapo y El Mayo fue inicialmente fructífera, con la organización consolidándose y expandiendo sus operaciones. Sin embargo, el asesinato del agente especial Enrique "Kiki" Camarena y la posterior captura de Félix Gallardo llevaron a una serie de eventos que desencadenaron un periodo de crisis y traición en el Cártel de Sinaloa.
Pero eso no fue todo, en 2008, un episodio trágico marcaría un punto de quiebre en la relación entre Guzmán Loera y Zambada García. La detención de Alfredo Beltrán Leyva, alias El Mochomo, por parte del Ejército Mexicano desató una serie de conflictos internos y externos que culminaron en uno de los eventos más dolorosos para El Chapo.
Resulta que la noche del 8 de mayo de 2008, Culiacán fue escenario de una balacera devastadora en un centro comercial. Édgar Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán Loera, fue asesinado junto a dos acompañantes. El ataque, que dejó más de 500 casquillos en el suelo, fue inicialmente atribuido a los Beltrán Leyva, pero revelaciones recientes indican que la orden de asesinato fue dada por Vicente Zambada Niebla, hijo de El Mayo, en un trágico malentendido.
En una entrevista exclusiva con la periodista Anabel Hernández, Dámaso López Serrano, alias El Mini Lic, reveló que el ataque había sido autorizado por El Vicentillo debido a información errónea sobre la presencia de los Beltrán Leyva en el centro comercial. Este episodio provocó una reacción devastadora en El Chapo, quien lloró la muerte de su hijo y buscó vengar su pérdida.
La ira de El Chapo tras el asesinato de su hijo desató una serie de enfrentamientos internos y decisiones violentas. Según El Mini Lic, Joaquín Guzmán Loera estaba decidido a vengar la muerte de Édgar y atacar a la familia Zambada, pero fue su socio, El Licenciado, quien logró calmarlo y evitar una ruptura completa entre Guzmán Loera y Zambada García.
A pesar de la intervención de El Licenciado, la venganza de El Chapo no se consumó de inmediato. La rivalidad entre los líderes del Cártel de Sinaloa y sus socios continuó y se extendió a las nuevas generaciones de narcotraficantes. La disputa actual involucra a los hijos de El Chapo, conocidos como Los Chapitos, y Dámaso López Serrano, en un enfrentamiento que se dirimirá en la corte de Estados Unidos durante el juicio de Ovidio Guzmán López.
El legado del Cártel de Sinaloa está marcado por traiciones, venganzas y un conflicto continuo que ha moldeado el paisaje del narcotráfico en México y más allá. La historia de Édgar Guzmán López y su trágica muerte sigue siendo uno de los episodios más dolorosos y emblemáticos de esta compleja situación criminal.
Fuente: Tribuna