OPINION

Elección 2021 / Sucesión 2024

Bulmaro Pacheco, columnistaCréditos: TRIBUNA
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Perder una elección —en política— no es perder la vida ni quedar marcado para siempre. Quien piense distinto, que se vea en el espejo de Richard Nixon, quien después de perder la elección presidencial ante John F. Kennedy en 1960, perdió también la elección para gobernador de California en 1962, posteriormente se repuso y fue electo presidente de los Estados Unidos en 1968 y 1972. Nixon había sido congresista y vicepresidente de los Estados Unidos.

O en los de Salvador Allende en Chile y Francoise Mitterrand en Francia, que llegaron al triunfo después de tres ocasiones. Qué decir de Cuauhtémoc Cárdenas, que compitió en tres ocasiones por la Presidencia de México (1988, 1994 y 2000) y solo ganó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 1997. Cárdenas en el PRI había sido senador y gobernador de Michoacán (1980-1986) — también su tío Dámaso dos veces (1929) y (1950-1956) y antes su padre Lázaro Cárdenas del Río (1928-1932) y después su hijo Lázaro Cárdenas Batel (2002-2008)—.

López Obrador por su parte perdió una vez la gubernatura de Tabasco en 1994 y en dos ocasiones (2006 y 2012) la Presidencia. Ganó la Jefatura de la Ciudad de México en el 2000 y fundó el partido Morena. Sería presidente en su tercer intento en 2018. Don Luis H. Álvarez (PAN) fue candidato a la Presidencia en 1958 y a gobernador de Chihuahua en 1986; no ganó ninguna, pero abrió brecha. Héctor Terán Terán fue dos veces candidato a la gubernatura de Baja California y ganó hasta la tercera en 1995. Falleció en 1998 de un infarto. Igual el actual gobernador electo de Sinaloa, Rubén Rocha Moya —egresado de la Escuela Normal Rural de El Quinto—, que había sido en dos ocasiones anteriores candidato al Gobierno Estatal (1986 y 1998).

Fernando Ortiz Arana, Natividad González y Mariano González perdieron elecciones para gobernador en Querétaro, Nuevo León y Tlaxcala. Seis años después repetirían como candidatos y los González ganaron en Nuevo León y Tlaxcala. Ortiz Arana pierde y se retira de la política. Ahora que se ha iniciado precipitadamente la lucha por la sucesión presidencial instigada con aspirantes y todo, por el propio presidente López Obrador, vale la pena recordar que muy pocas veces han llegado los favoritos de los presidentes en turno. Y menos al exponerlos tan temprano al golpeteo y al señalamiento político.

No llegaron ni Camacho ni Colosio, favoritos del presidente Carlos Salinas. Tampoco llegaron Guillermo Ortiz y José Ángel Gurría, los preferidos de Ernesto Zedillo. A Vicente Fox le frenaron a sus favoritos Martha Sahagún y Santiago Creel; el PAN se impuso en una elección interna seleccionando a Felipe Calderón que había renunciado meses atrás a la Secretaría de Energía del gabinete foxista. La muerte prematura de su secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño le alteró a Calderón sus planes de sucesión. Quiso después imponer a su colaborador Ernesto Cordero y el PAN lo forzó a aceptar la candidatura de Josefina Vásquez Mota, quien finalmente perdió y mandó al tercer lugar al partido en el Gobierno.

Enrique Peña Nieto batalló para decidirse por un candidato que garantizara la continuidad del grupo Estado de México en el poder. Sus principales cartas, Osorio y Videgaray, llegaron muy desgastados al proceso de sucesión y optó entonces por José Antonio Meade, a nombre de la “ciudadanización” de la candidatura, y al PRI le fue peor. Muchos no entendieron el porqué de un no militante del PRI como candidato, y no pocos del PRI votaron por el candidato de Morena. En el viejo sistema de sucesión, cuando menos hasta el año 2000, solo Cárdenas Solórzano repetiría la candidatura presidencial. El presidente de la República —facultad metaconstitucional, decían— decidía las candidaturas, y los gobernadores copiando el método quisieron heredar gobernador. El procedimiento con el tiempo se vició y desgastó (Chihuahua hoy), y entró en crisis a partir de que el PRI perdiera la Presidencia en el 2000. Se salió del control de los partidos. La sucesión del 2006 fue aprovechada por Madrazo, el presidente del PRI forzando su candidatura y dividiendo al partido: En 2012 se impusieron los gobernadores del PRI con Peña Nieto. En el 2018 este último volvió a repetir el mecanismo de decisión unipersonal del presidente de la República, no muy bien aceptada por el priismo y mandó de nuevo al PRI —como en 2006— al tercer lugar.

Ahora y aunque los de la 4T argumentan “que las cosas ya no son como antes”, el presidente López Obrador, en su abierta intención de dejar sucesor (o sucesora), exhibe favoritos para el relevo presidencial del 2024, y él mismo (inédito) antes de su tercer informe ha dado el banderazo de salida para su propia sucesión con nombres y apellidos: Sheinbaum, Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Tatiana Clouthier y Esteban Moctezuma.

Casualmente (en política no hay casualidades) no mencionó a Ricardo Monreal. Su aliado Fernández Noroña se autodestapó como aspirante. Y además dijo que en Morena había muchos liderazgos —“hasta para tirar para arriba”—, “a diferencia de sus opositores”·, que —dijo—, no cuentan con figuras de relevancia para jugarla en el 2024. El argumento lleva “chanfle” y lo utiliza más como una forma de desacreditar a sus opositores, burlarse y obligarlos a caer en el adelantado juego de sucesión ideado desde el poder con casi dos años de anticipación… como si no hubiera asuntos prioritarios por resolver en México. Ricardo Anaya hasta ahora ha sido el único de la oposición que ha levantado la mano. También aspiran a la candidatura presidencial Enrique Alfaro gobernador de Jalisco y Javier Corral de Chihuahua, hasta ahora, sin descartar que la lista se engrose pronto con Alfredo del Mazo, Enrique De la Madrid y quizá Luis Donaldo Colosio electo alcalde de Monterrey.

¿Qué va a pasar?

Antes había que esperar el cuarto informe de Gobierno para abrir la lucha de sucesión (así se decía)… Ahora ni siquiera al tercero hemos arribado. Símbolo de los cambios pero iguales riesgos y tensiones. El presidente López Obrador al meterse de lleno en el juego de la sucesión va a buscar imponer reglas y personas en su partido. Al mismo tiempo va a excluir y a forzar en su momento a que quienes—dentro de su círculo íntimo—, no se sientan acuerpados por él forzando escisiones y rupturas con alto costo por la división del grupo en el poder. Se va a poner interesante el proceso sucesorio con nuevas figuras que seguramente van a surgir de la oposición, por el daño que la derrota sufrida por Morena en la Ciudad de México y el accidente de la Línea 12 del Metro, más la inseguridad, la crisis administrativa del Gobierno y la falta de crecimiento económico van a rebotar en el manejo de la política interna. Hay que estar pendientes.

bulmarop@gmail.com