OPINION

Entre caníbales

Leviatán

Columna de César TovarCréditos: Tribuna
Escrito en OPINIÓN el

“¡Ah! Come de mí, come de mi carne ¡Ah! Entre caníbales”, Gustavo Cerati

México enfrenta muchos dramas. Uno que pasa casi desapercibido, pero no por ello es menos relevante, radica no únicamente en la debilidad de la oposición, sino en su tendencia de ésta en canibalizarse.

La Cuarta Transformación no sólo ha logrado casi el monopolio del gobierno, sino dejar a sus rivales políticos desarticulados y sin argumentos sólidos, carentes de un plan alternativo de nación que llegue a ser atractivo para el electorado.

Viejo lobo, el presidente López Obrador jugó como censor moral de la política en sus tiempos como candidato: su dedo flamígero lo mismo señalaba a quienes pertenecían a la vieja forma de hacer política, a una elite rancia “neoliberal”, que lo único que sabía era traicionar “al pueblo” y enriquecerse en el camino.

Lo grave es que los señalados no hicieron más que darle la razón por la ausencia de argumentos sólidos que evitaran que el concepto se consolidase en el imaginario colectivo.

De hecho, en el momento en que los opositores al actual régimen quisieron competir electoralmente, se percataron de su mensaje vacío, sin eco, huérfano de credibilidad.

López Obrador sabía que priistas, perredistas y panistas eran percibidos como engendros del viejo régimen, de los peores años de un México que está marcado a fuego en las almas de varias generaciones.

Y jugó con eso, lanzó el anzuelo y los rivales picaron.

Hoy, Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, líderes del PRI, PAN y PRD respectivamente quedaron ten empequeñecidos que, ignorantes de lo que es vivir fuera del poder, se han dedicado a canibalizarse.

En cuatro años no han tenido los arrestos ni la capacidad de crear un proyecto robusto que sea la antítesis de la 4T; creyeron que con sólo el nombre de sus partidos podrían plantar cara y al final, el resabio les coloca intentando aprovecharse el uno del otro, comiéndose las entrañas.

Para el país esto no es positivo, pues cualquier democracia sana necesita de una oposición fuerte, firme y con credibilidad; el debate de la cosa pública requiere de interlocutores diversos, pues que impere un solo mensaje sólo lleva a la senda del totalitarismo.

El hilo entre lo democrático y lo totalitarista es muy delgado, más que nunca es imperioso abonar a que el oficialismo encuentre una oposición íntegra, con suficiente moral como para señalar lo inadecuado y no verse reflejada en su propia acusación.

@cmtovar