OPINION

Nerón de Palacio

Leviatán

Columna de César TovarCréditos: Tribuna
Escrito en OPINIÓN el

El presidente López Obrador sueña con una purificación de la vida pública, una en la que, obviamente, él tenga los elementos para gestionarla. La conceptualiza, le pone requisitos y elige a los protegidos, que no lo son por sus habilidades, ni por su valía, sino por el carácter manipulable, tendencia a besar manos y ética moldeable.

Mientras, los demás están en los dominios del lobo, las tierras en las que, por motivos incluso insospechados, pueden acabar como parte del listado de enemigos que López Obrador se ha encargo de engrosar, a tal grado que el fin de la fila ya no se atisba en el horizonte.

López Obrador ha sido sagaz: mejor político que gobernante, entiende como nadie que inventarse enemigos es madera para el fuego social: su victimización es sólo el conducto para enfundarse su traje preferido, el de caudillo.

Porque el presidente se siente mejor en su carácter caudillista, en el de un luchador social que busca la justicia… selectiva, eso sí, que en la de primer mandatario, zona en la que, al no poder constreñirse a la ley, que parece más una camisa de fuerza que un marco normativo, no está del todo cómodo.

Odiador número uno del pasado, para López Obrador lo que corresponde es acabar con todo lo construido, no perfeccionarlo, sino arrasarlo sin importar si la sociedad se verá afectada, sin tener una visión de estado que garantice el futuro.

Lo que interesa es mantener el halo que porta el ungido, que no haya nadie más importante que él, pues a su entender, no se pertenece sí mismo, sino al pueblo, un pueblo al que no le escuece someter si su voluntad así lo requiere. 

Como Nerón con Roma, el presidente no duda en provocar un incendio que acabe con sus rivales, con sus enemigos, para después culpar a otros del desastre y, de vuelta, ser el faro de luz en las horas oscuras.

Si mientras Roma ardía, Nerón tocaba su lira y cantaba extasiado, el mandatario observa desde la grandilocuencia de Palacio Nacional los ataques que envía hacia aquellos que en su profunda imaginación menoscaban su gobierno.

Para él no importa si son los niños con cáncer, la oposición, la Suprema Corte o, a últimas fechas, el Instituto Nacional Electoral, lo que desea es el caos para reinar en él, porque ya está más que comprobado que México no tiene un presidente que guste de la estabilidad, sino un emperador que busca las aguas procelosas.

Es en la eterna crisis donde prefiere pescar. No conoce otra manera, ni le interesa.

@cmtovar