Columna de opinión

Pemex, el momento de voltear a ver lo urgente

Columna de Fernando Mier y Concha Soto

Pemex, el momento de voltear a ver lo urgente
Columna de Fernando Mier y Concha Soto Foto: Cortesía

Petróleos Mexicanos atraviesa el punto de inflexión más importante de su historia reciente. No es una frase exagerada ni un lugar común: es la realidad de una empresa que sostiene buena parte de la seguridad energética del país, pero cuya estructura interna dejó de responder a las necesidades de un mercado dinámico, de una operación cada vez más compleja y de una exigencia pública que ya no admite improvisaciones.

Desde hace meses, especialistas, trabajadores y directivos coinciden en un diagnóstico: PEMEX necesita un rediseño profundo, no un maquillaje administrativo. Y eso exige una conversación seria, técnica, incluso incómoda. Por eso, el plan de trabajo que hoy pongo sobre la mesa —solicitado, revisado y afinado a partir de ocho recomendaciones estratégicas— no es una carta de buenas intenciones; es un mapa concreto de lo que se debe hacer si realmente queremos que PEMEX siga siendo una empresa productiva del Estado y no una institución atrapada en su propio peso.

El primer eje es clarísimo: gobernanza y dirección estratégica. Mientras PEMEX no transite hacia un modelo de autonomía técnica con controles inteligentes, seguiremos viendo decisiones que pasan por cinco, seis o siete niveles jerárquicos antes de que algo suceda. En una industria donde cada retraso implica millones de pesos, esto simplemente es insostenible. El país merece una empresa que opere con visión, no con trámites.

El segundo eje apunta al corazón operativo: Exploración y Explotación. La relación corporativo–PEE debe dejar de ser un obstáculo. No es normal que los procesos internos generen cuellos de botella que frenan producción, inversión y mantenimiento. Un sistema de SLAs internos, equipos integrados y eliminación de pasos innecesarios no es un lujo: es supervivencia.

El tercer eje toca un tema que muchos evaden: la participación de terceros y la inversión complementaria. La discusión ya no es ideológica; es pragmática. México necesita más producción y no hay país moderno que lo haya logrado sin esquemas flexibles. Aprovechar infraestructura existente, actualizar contratos y trabajar con Hacienda en un marco fiscal competitivo no es entregar soberanía, es garantizarla.

Otro punto urgente es el mantenimiento de infraestructura crítica. No se puede seguir parchando un sistema que requiere diagnósticos reales, inversiones multianuales protegidas y tecnología que permita monitoreo en tiempo real. Cuando se posterga el mantenimiento, las fallas no solo cuestan: ponen en riesgo vidas, entornos y continuidad operativa.

También está el componente humano, quizá el más olvidado. PEMEX perdió talento invaluable en la última década. Recuperarlo, formarlo y profesionalizarlo bajo estándares internacionales es indispensable. No se puede aspirar a producir más con menos personal técnico, peor pagado y sin rutas de crecimiento. Ninguna empresa del mundo opera así.

A esto se suma un tema que duele: el clima laboral. Las reducciones salariales, la incertidumbre y la falta de reconocimiento han deteriorado el ánimo colectivo. Un trabajador desmotivado es un trabajador menos eficiente, menos creativo y menos comprometido. Revertir ese deterioro es tan estratégico como perforar un pozo.

Y sí, también debemos hablar de gas natural y no convencionales, una conversación urgente que México ha pospuesto por demasiado tiempo. Sin una estrategia seria de gas, seguiremos dependiendo del exterior y comprometiendo la balanza energética del país.

Todo lo anterior desemboca en la meta que muchos consideran imposible: llevar a PEMEX a una producción sostenible de 1.8 millones de barriles diarios. No es una ilusión. Es una ecuación: gobernanza + mantenimiento + inversión + talento + gas + nuevos modelos de negocio. Si falta uno, el resultado no cierra.

El plan está ahí. Está técnicamente sustentado, es viable y se puede ejecutar en fases trimestrales. La pregunta es otra: ¿cuándo vamos a tomar la decisión política de hacerlo?

México no puede darse el lujo de esperar otros cinco años. PEMEX tampoco.

La empresa tiene futuro, pero sólo si se le mira con valentía, sin romanticismos y sin miedo a cambiar lo que ya no funciona. Este es el momento. Y la pregunta ya no es si se puede. La pregunta es: ¿cuándo vamos a voltear a ver lo que ya es urgente?

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