Estados Unidos. - La tan esperada secuela de Aquaman, dirigida por James Wan y titulada Aquaman and the Lost Kingdom, ha llegado a los cines con expectativas altas, pero la película parece estar atrapada en las aguas turbulentas de la previsibilidad.
A diferencia del popular meme que aconseja "nunca dejes que sepan cuál es tu próximo movimiento", el equipo detrás de esta película no teme seguir la fórmula conocida. La historia sigue a Arthur, interpretado por Jason Momoa, mientras equilibra las responsabilidades de gobernar su reino submarino y enfrenta los desafíos de la paternidad. Sin embargo, la película no ofrece muchas sorpresas y se aferra a una trama predecible.
El guion, a cargo de David Leslie Johnson-McGoldrick, se tambalea entre una exposición torpe que amplía la tradición de la Atlántida y una serie de chistes en busca de un chiste. La falta de momentos inspirados y la escasez de giros en la trama dejan a los espectadores deseando más. La película intenta explorar temas de familia y geopolítica, pero la ejecución no logra capturar la profundidad y el vigor necesarios.
A pesar de los esfuerzos del director James Wan por ofrecer tomas visualmente impresionantes, la película cae en la estética de videojuego de su predecesora. Las secuencias submarinas, aunque espectaculares, no logran inyectar la frescura necesaria en la historia.
El elenco, encabezado por Jason Momoa y con la participación de Amber Heard, Patrick Wilson y Yahya Abdul-Mateen II, parece lidiar con un guion que no les da la oportunidad de brillar. Aunque Momoa aporta su ingenio encantador al personaje de Arthur, la trama y los diálogos no logran inspirar las emociones que la película pretende.
La película introduce a Black Manta, interpretado por Yahya Abdul-Mateen II, como el antagonista principal. A pesar de su enfoque centrado en la venganza, la historia del personaje no logra alcanzar su potencial y se ve eclipsada por situaciones cada vez más ridículas que involucran a los protagonistas.
Aquaman and the Lost Kingdom tampoco logra aprovechar al máximo su entorno, presentando una versión genérica de Sydney, Australia, que carece de autenticidad y no contribuye a la identidad visual de la película.
En resumen, la secuela de Aquaman se queda corta al no ofrecer la originalidad y el riesgo que podrían haber elevado la historia. Aunque la película cuenta con momentos visualmente impresionantes, la falta de una narrativa convincente y de decisiones argumentales arriesgadas deja a la audiencia con una experiencia cinematográfica predecible y poco emocionante.
Fuente: Tribuna