Ciudad Obregón, Sonora.- Tras la derrota en 2012 frente al PRI de Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador (entonces candidato del PRD) decidió que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), su partido, tendría que cambiar si quería ser realmente competitivo electoralmente en los comicios de 2015 y, por supuesto en los de 2018, donde volvería a ser el candidato presidencial.
De esta forma, López Obrador entregó el partido a políticos pragmáticos que olvidaron el dogma y el idealismo con que se fundó para, en cambio, sumar a huestes provenientes de otros organismos, aunque se tratara de exmiembros de la “mafia del poder”.
El cambio de rumbo, aunque dejó fuera y de lado a muchos de los fundadores morenistas, le permitió ganar elecciones en donde antes era imposible, la presidencia incluida. Y hoy, mediante esas y otras prácticas pragmáticas, alejadas del idealismo de la izquierda democrática que aseguran enarbolar, parece que volverá a arrasar.
Seis gubernaturas están en disputa (Tamaulipas, Durango, Oaxaca, Quintana Roo, Aguascalientes, e Hidalgo) pero sobre todo está en juego la sostenibilidad del proyecto de la oposición, que ha sido incapaz de levantar el ánimo, acercándose a la guillotina guinda.
La hegemonía
Cualquier estado de la República es de carácter relevante, siempre. Más bien el aspecto es de carácter simbólico, el hecho que Morena gane cada vez más mayores posiciones, es un síntoma de cómo este partido ha ido captando mayor número de seguidores", dijo a EFE el consultor político Edgar Ortíz, quien hizo énfasis de que la victoria, más que numérica es simbólica para un movimiento que precisa del símbolo más allá del hecho.
De hecho, para muchos analistas la relevancia de la elección del domingo no está en los candidatos, sino en el proyecto de López Obrador, pues coinciden en que no es Morena quien se juega su credibilidad y alcance, sino el propio mandatario.
Los procesos electorales no son de Morena, sino de López Obrador, todo se centra en él y en su popularidad”, explica Ulises Corona, profesor investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La cabeza del presidente está situada en 2024, de acuerdo con los analistas, quienes reconocen que el mandatario quiere arrasar a sus rivales políticos para llegar con todo el control a la siguiente elección presidencial, lo que le aseguraría mantener a raya a la oposición y que su proyecto de país permanezca.
El mensaje final de las elecciones es que Morena se ha convertido ya en el partido hegemónico, algo que ya tuvimos en el país, con muchas de las formas de actuar que tenía el PRI", dijo el analista Sergio Sarmiento.
Rival débil
El problema de la oposición es que no ha podido crear nuevos cuadros, generar plataformas atractivas, establecer una agenda que provoque que la gente se sume a los proyectos; trabajan sobre una fórmula vieja que no les brinda resultados", explicó Irene Lozano, experta en análisis político.
Y no le falta razón. De las seis gubernaturas en disputa la oposición sólo ha logrado ser competitiva en dos (Durango y Aguascalientes), por lo que sueña que el domingo pueda movilizar los votos suficientes para provocarle al menos un disgusto a Morena.
De hecho, es el PAN (en alianza) en Aguascalientes quien mayores opciones tiene de derrotar a los guindas; dicho estado ha sido un bastión panista desde hace años y parece que, pese a todo, logrará mantenerlo, con lo que tendría un respiro de cara al 2024.
En Durango prácticamente hay un empate técnico entre la alianza PAN-PRI y Morena, por lo que el pronóstico es reservado: se resolverá por los detalles durante la jornada; en el resto de entidades no parece haber manera de que se dé una sorpresa.
Monopolio
El problema para la oposición es que, si los pronósticos se hacen realidad, Morena y sus aliados tendrían 23 de 32 gobiernos estatales, un 71 por ciento.
El más perjudicado si esto ocurre será el PRI, otrora partido hegemónico, que quedaría al borde del abismo y la desaparición: de controlar más de la mitad de los gobiernos estatales, pasaría a sólo mantener el Estado de México y Coahuila, que el próximo año tendrán elecciones, ergo, en doce meses podría quedarse sin una sola.
No estamos preocupados, creemos que seremos y somos competitivos y que el PRI permanecerá fuerte; hemos hecho un gran trabajo y la gente confía en nosotros”, dijo Alejandro Moreno, presidente nacional del tricolor en la víspera de unas elecciones que pintan para ser la puntilla del priismo y de su propia ambición para ser candidato presidencial.
Mientras, del otro lado de la acera, Mario Delgado, mandamás morenista, fue contundente al afirmar que no tiene duda de que su partido “arrasará en las elecciones”, esto pese, según dijo al Instituto Nacional Electoral (INE) y a aquellos “conservadores” a los que ven como sus enemigos principales
La mesa está puesta para que el juego electoral arranque y Morena amenaza a una oposición frágil y temerosa, algo que para la democracia no es bueno ni resulta sano, pues los contrapesos siempre son fundamentales.
Fuente: Tribuna