Ciudad de México.- Dado al alto índice de turismo que hay en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es natural que el lugar esté lleno de restaurantes adecuados para distintos estratos sociales; sin embargo, existe uno que ha logrado resaltar de entre los demás por su cercanía al Palacio de Bellas Artes, así como también por su icónica fachada con azulejos azules, el cual este viernes, 9 de febrero, ocupó los titulares de diversos medios de comunicación debido a un incendio registrado en sus instalaciones.
El restaurante de la Casa de lo Azulejos es un sitio en el que miles de capitalinos conocen por su curioso diseño, sin embargo, el día de hoy se convirtió en noticia debido a que se reportó un incendio que dejó el saldo de una persona herida. De acuerdo con algunos informes, hasta el lugar acudieron varios miembros de emergencia para sofocar las llamas y auxiliar a la persona lesionada, quien presumiblemente era una empleada de este establecimiento.
Los hechos ocurrieron durante la mañana del día de hoy, cuando se reportó un flamazo en la zona de la cocina que derivó en el incendio. Momentos después arribó personal del equipo de paramédicos del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) quienes se encargaron de evaluar a la cocinera, la cual no presentó heridas que graves o que requirieran hospitalización. Mientras tanto, la calle 5 de mayo (sitio en el que se encuentra la casa de los azulejos) fue cerrada la circulación para el arribo de los Bomberos.
Historia de La Casa de los Azulejos
Si bien, Casa de los Azulejos es uno de los sitios más conocidos de la Ciudad de México, la realidad es que esta construcción lleva en el paisaje urbano desde el siglo XVI, en aquel entonces, se le conocía como el Palacio Azul; pero tiempo después pasó a pertenecer al Segundo Conde del Valle de Orizaba, de hecho fue él, quien para el XVIII se encargó de revestir la propiedad con los azulejos que hoy día se conocen.
Según informes, el padre de este acaudalado hombre solía criticarlo por los constantes despilfarros económicos que solía hacer, por lo que, en un intento de demostrar que tenía una vida más austera, el conde optó por forrar su residencia con esta peculiar ornamenta, lo que le dio la fama con la que cuenta actualmente. Un siglo después, la mansión pasó a ser de diversos dueños, hasta que terminó por convertirse en uno de los restaurantes que conocemos hoy en día.
Fuentes: Tribuna