Colombia.- Con el resultado de hoy en Colombia, que eligió a Gustavo Petro como el nuevo presidente, se confirma el cuasi monopolio del poder político en Latinoamérica por parte de una izquierda de tendencia populista, en una reedición de lo que ya ocurrió a mediados de la primera década de este siglo.
De acuerdo con los especialistas, los resultados electorales y políticos en esta parte del mundo demuestran dos elementos que forman un cóctel sumamente peligroso: el hartazgo de la población del sistema capitalista que no ha encontrado la forma de sacar de la pobreza a millones y la presencia de políticos que aprovechan la coyuntura para establecerse en el poder.
Todo esto mediante un discurso y unos actos que “en su mayoría son retóricos, no son ni políticas públicas y realistas, ni mucho menos decisiones de estado, de un estado fuerte y congruente; estos políticos no creen en nada que no sean ellos mismos”, explica el analista José Sámano.
Pero el populismo ha sido un modelo tan exitoso para ganar elecciones que en realidad ya no sólo está representado por gobiernos del ala izquierda, sino también por aquellos que provienen del conservadurismo o la derecha, un aspecto que ejemplifica que recurrir a él ya no es privativo de un sector de la política.
El populismo es una manera de gestionar la cosa pública. Puedes abordarlo desde la derecha o la izquierda, pero el manual se repite en todos lados”, argumentó el escritor y periodista Diego Fonseca a Aristegui Noticias.
- EL PROBLEMA INSTITUCIONAL
Los politólogos e historiadores, que colocan en el populismo a figuras como Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos, Juan Domingo Perón (Argentina) o Luis Echeverría en México, ven como problema central del populismo en América su tendencia a sobajar a las instituciones.
No les sirven y siempre buscan minimizarlas pues las instituciones fuertes representan todo lo que ellos no son o no pueden alcanzar; entonces es mejor buscar debilitarles y así lograr que el centro de la discusión sea sobre ellos”, argumenta Octavio Duarte, politólogo de la Universidad de Chile.
Esta idea no es contraria a la de Fonseca, quien recuerda el “severo problema” de la parte latina del continente sobre la institucionalidad: “su debilidad favorece a las aventuras de estos líderes populistas y autoritarios. Su multiplicidad de elementos incluye el culto a la personalidad, la negación de las instituciones, la eliminación de los aparatos de control del Estado, la relación directa entre el líder y la gente saltándose los mecanismos de representación”.
Esto evidentemente va relacionado con el menoscabo a los organismos que realizan las elecciones, los que llevan la política económica o aquellos que analizan o señalan las acciones del gobierno.
- SUDAMÉRICA COMANDA
De las últimas 18 elecciones presidenciales en América Latina, la gran mayoría han sido ganadas por candidatos con tendencias populistas, sobre todo en el sur del continente, en donde la mayor parte tiene tendencia izquierdista.
Después de los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, claramente de una izquierda populista, Brasil dio un giro radical al elegir a Jair Bolsonaro, un ultraconservador populista muy cercano al poder militar; el mismo camino siguieron Uruguay (Luis de la Calle por José Mujica) y Ecuador (Guillermo Lasso por Lenin Moreno); Paraguay se ha mantenido desde hace tiempo con gobiernos de derecha.
Pero no así el resto de países; Argentina pasó del conservador Macri a Alberto Fernández, un esbirro de Cristina Fernández; Perú (Pedro Castillo), Chile (Gabriel Boric), Bolivia (Luis Arce) también optaron por partidos socialistas en su última presencia en las urnas.
Caso aparte es el de Venezuela, el epítome de la corriente populista desde hace más de una década en que Hugo Chávez y posteriormente Nicolás Maduro han gobernado.
Mientras tanto, en Centroamérica “la situación no es tan diferente, los gobiernos que se han elegido en la última parte de la historia en esta región del mundo por supuesto que tienen el rasgo populista”, dice Duarte.
El Salvador (Nayib Bukele), Nicaragua (Daniel Ortega), Honduras (Xiomara Castro), destacan a su vez en una Centroamérica con altos rasgos de populismo.
- EL CASO MEXICANO
Por su relevancia geográfica, política y económica, México juega un papel preponderante en el desarrollo político de América. Por tanto, desde que Andrés Manuel López Obrador llegó al poder se le relaciona con un gobierno de origen de izquierda, que ha mutado con el paso de los meses a un populismo puro y duro, con tintes de autocracia.
“Si ayudar a los pobres es ser populista, que me anoten en la lista”, dijo el presidente mexicano al ser cuestionado sobre su tendencia de gobierno, alocución a la que agregó: ¡qué me va a importar que digan que es populismo a estas alturas!
Los analistas ven con preocupación este rasgo del obradorismo, el cual siempre le ha sido endilgado por parte de sus opositores, y el cual antes rechazaba y hoy opta por mostrar su desinterés sobre la opinión de terceros.
“AMLO goza de un enorme arraigo popular, ha sabido construir sobre la base y tiene la enorme capacidad de generar una adscripción emocional significativa. Al igual que (Juan Domingo) Perón, rápidamente sumó a los militares a su lado y una vez que salió de la presidencia Perón mantuvo el poder treinta años”, expone Fonseca.
La prensa y algunas instituciones de Estados Unidos y de Europa han señalado con ahínco cómo el populismo ha envuelto a la silla presidencial mexicana; por ejemplo, el Parlamento Europeo ha dicho que López Obrador debe parar su “retórica populista” contra las instituciones, la prensa y los actores económicos.
Fuente: Tribuna