Venezuela.- El fenómeno del acoso, ampliamente explorado en la exitosa serie de Netflix Bebé Reno, ha encontrado un eco perturbador en Venezuela, donde Rebeca García, presunta acosadora serial, ha sembrado el terror durante más de siete años, hostigando a sus víctimas con una persistencia inquietante.
El caso saltó a la atención pública luego de que Anny De Trindade, una reconocida maquilladora venezolana, compartiera en sus redes sociales el calvario al que ha sido sometida por Rebeca García desde el año 2020. Llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes en redes sociales; ninguna vía de comunicación ha sido segura para De Trindade, quien clama por justicia ante la indiferencia de las autoridades.
Pero Anny De Trindade no está sola en su sufrimiento. Otras víctimas, como Couquirou y Daniela Barranco, se han unido al coro de denuncias, exponiendo cómo Rebeca García ha violado su privacidad, llegando incluso a acosarlas en sus propios hogares. Los testimonios son estremecedores: Rebeca García ha cruzado la línea del ciberacoso para materializarse en el mundo físico, persiguiendo a sus víctimas hasta sus residencias y lugares de trabajo.
Lo más escalofriante es que Rebeca García parece operar con total impunidad, burlando los intentos de las autoridades por detenerla. Las denuncias presentadas por las víctimas parecen caer en oídos sordos, con la policía de Venezuela ignorando las evidencias de un acoso que ha llevado a algunas de las afectadas a temer por su vida.
Pero la pesadilla no termina aquí. Sifrina Millennial, otra de las víctimas de Rebeca García, reveló un detalle aún más perturbador: la acosadora le envió un libro en el que detalla sus macabras intenciones, fantaseando con secuestrar y asesinar a sus víctimas. Este escalofriante testimonio pone de manifiesto la peligrosidad de Rebeca García, cuyas acciones rozan la frontera entre el acoso y la violencia extrema.
El modus operandi de Rebeca García parece abarcar un amplio espectro, desde la creación de cuentas falsas en redes sociales hasta la materialización física de su acoso en las calles y viviendas de sus víctimas. Su obsesión se manifiesta en una persecución implacable, alimentada por un deseo de control y dominio sobre quienes elige como blanco de su hostigamiento.
Fuente: Tribuna