La primera ola de migrantes mexicanos a Estados Unidos fueron exiliados y refugiados. La historia de nuestra migración hacia el gigante del norte, inició desde que se definió la frontera, aunque durante el siglo XIX fue a cuenta gotas. Pero el final del porfiriato y el nacimiento de la revolución provocaron pobreza, muerte, destrucción, inseguridad y demás efectos de la guerra, como la migración. Los derrotados en los campos de batalla, tuvieron que dejar México. Unos lo hicieron como exiliados, es decir, líderes que fueron perseguidos por el gobierno para ser encarcelados o pasados por las armas. Otros, los refugiados, partieron por miedo a represalias por sus acciones en la revolución, porque fueron amenazados o porque sus hogares fueron arrasados.
Distinto a la migración de hoy, la mayoría de los que cruzaron la línea divisoria entre 1910 y 1936, lo hicieron con el deseo de regresar tan pronto fuera posible, y si para lograrlo tenían que derrocar al gobierno que los expulsó, que así fuera. Para sobrevivir, unos se emplearon en actividades primarias y secundarias, otros se dedicaron a la militancia: crearon clubes políticos, fundaron diarios en español, recaudaron fondos, traficaron armamento, crearon pequeños ejércitos, organizaron incursiones armadas y actividades de boicot, como dinamitar vías férreas en el lado mexicano de la frontera.
Te podría interesar
Entre esos migrantes hubo destacados sonorenses: el gobernador José María Maytorena, el más importante líder en la región durante la campaña y revolución de Francisco I. Madero, pero quien cometió el error de aliarse a Pancho Villa en 1914, lo que propició su exilio; Rodolfo Campodónico, legendario compositor (honrado con un monumento en el área verde del cruce entre Rosales y Segunda de Obregón, en Hermosillo), que pertenecía al círculo de Maytorena y marchó al exilio con aquel para jamás volver; el diputado, gobernador, secretario de Hacienda y presidente Adolfo de la Huerta, obligado a partir por rebelarse contra el gobierno en 1923; su hermano, el general Alfonso de la Huerta, que partió por la misma causa, intentó regresar pero fue atrapado y ejecutado; los Topete Almada, Fausto y Ricardo, militares y políticos que se unieron a la fracasada rebelión de 1929; entre muchos más.
La historia oficial, y en general la historiografía, ha olvidado a estos personajes y minimizado su vida a partir de que pasaron a la condición de migrantes. Pero sus acciones y obra continuaron repercutiendo en diversos temas nacionales, particularmente la política y las relaciones diplomáticas. No sólo eso, al cruzar la frontera su historia se cruzó con la de los hispanos en Estados Unidos, la formación de la cultura chicana y su herencia en importantes ciudades como Los Ángeles, California.
Esta ola de migrantes dejó su huella en la fuerza de trabajo de Estados Unidos, pero también en ámbitos como la comunicación. Por dar algunos ejemplos, La Opinión y La Prensa, publicaciones hispanas aún vigentes, fueron creadas por Ignacio Lozano; el famoso diario Regeneración, en su fase editorial en Estados Unidos, fue editado por los hermanos Flores Magón y guío la politización de los hispanos en aquel lado de la frontera; como también lo hizo El eco de México, fundado por José S. Healy, quien años después tomó las riendas de El Imparcial en Hermosillo, pero que para la década de 1920 se encontraba exiliado por su participación en la rebelión de 1923.
Jorge Prieto Laurens, potosino, también migró por pertenecer al grupo rebelde de 1923, y en tierras norteamericanas fue locutor de radio y colaboró con las transmisiones de radio en español en aquel país. Julián S. González (originario de Minas Prietas, Sonora) fue corresponsal, novelista y guionista en la industria del cine en Hollywood, donde también trabajaron Roberto Guzmán Esparza y el famoso Emilio “El Indio” Fernández. Adolfo de la Huerta trabajó en Broadway, New York y dio clases de canto en Los Ángeles.
La industria de la gastronomía mexicana en Estados Unidos, hoy valuada en miles de millones de dólares, fincó su crecimiento con los migrantes, los pioneros en el negocio. Personajes como Prieto Laurens, el general sinaloense Rafael Buelna, los hermanos Pardo (Juan y Cruz) y muchos más, pusieron restaurantes cuya clientela era casi en su totalidad de migrantes mexicanos. La solidaridad de los restauranteros con sus paisanos fue tal, que proporcionaban comida gratuita, lo cual los llevó a la quiebra, como pasó con el establecimiento de Buelna. Ninguno fundó una cadena restaurantera de gran éxito, pero algunos ganaron popularidad en sus comunidades, como Clara Oriol, esposa de Adolfo de la Huerta, cuyo menudo (estilo Sonora) se afamó entre los mexicanos en Los Ángeles.
Esa primera ola de migrantes, exiliados y refugiados de la revolución, impactó en la vida de Estados Unidos, sobre todo en los estados sureños y el oeste. Siempre se ha rescatado que fueron un aporte a la fuerza laboral en el campo y fábricas, pero también repercutieron en la música, gastronomía, el cine y teatro, la política, los idiomas, etc. Incluso encontramos exiliados y refugiados que incursionaron en el deporte profesional, como Baldomero “Melo” Almada, sonorense y primer mexicano en las Mayor League Baseball, o en la bolsa de valores, negocio del que vivían los grandes magnates, pero también el general Jacinto B. Treviño.