OPINION

La Revolución y los dilemas de México

Columna de opinión de Bulmaro PachecoCréditos: TRIBUNA
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Hay quienes se han atrevido a negar que la Revolución haya existido realmente. La niegan políticamente porque así ha convenido en los términos del debate y porque ideológicamente nunca le encontraron la cuadratura al círculo en términos de las ideas en boga de esos tiempos.

Es cierto, como lo sostiene Daniel Cosío Villegas, que la Revolución en sus inicios nunca tuvo un programa. Sus actores se movían en torno a demandas de una mayor libertad política, el combate a la dictadura de Porfirio Díaz —que ya iba para 32 años en el poder— y demandas de tipo agrario y obrero —que alcanzaron su mayor expresión entre quienes redactaron la nueva Constitución de 1917 en Querétaro—.

La Revolución sí existió y acabamos de celebrar su CXII aniversario, sin dejar de reconocer los problemas y los desafíos posteriores que se le han presentado a México. Unos se han resuelto bien, otros se pospusieron y en otros, —quienes dirigían al país— no supieron qué hacer, pero México, a diferencia de otras naciones —sobre todo latinoamericanas—, resistió y no cayó en la disolución del Estado o en los golpes de corte militar tan abundantes en los años post revolucionarios.

Desde luego que se reconocen en México dos golpes de Estado: El de Victoriano Huerta contra Madero, y el del grupo sonorense contra Venustiano Carranza. Madero fue asesinado en la Ciudad de México (1913), y Carranza fue asesinado en una choza en la comunidad de Tlaxcalantongo, Puebla (1920).

A la muerte de Madero le siguieron cuatro años de inestabilidad política y enfrentamientos militares que amainaron con la Constitución de 1917. Sin embargo, Emiliano Zapata fue asesinado en 1919 por militares cercanos a Carranza y éste fue asesinado por tratar de imponer a su propio sucesor, el político sonorense Ignacio Bonillas, “Flor de té”.

Al impulsar la candidatura de Elías Calles, Obregón provocó una de las últimas rebeliones militares (1924), la cual terminaría apoyando a Adolfo de la Huerta, su secretario de Hacienda. A Obregón le reclamaban los asesinatos de Serrano y Gómez, que abiertamente se opusieron a la reelección del caudillo alegándole la bandera revolucionaria de Madero: “Sufragio Efectivo, No reelección”.

El tercer presidente asesinado, el electo Álvaro Obregón, también se transformó en un dilema para probar la capacidad del sistema mexicano post revolucionario de resistir sus propias crisis.

Plutarco Elías Calles resistió las presiones para que se quedara como presidente de México a la muerte del caudillo y le tocó conducir la transición entre el asesinato del presidente electo y la institucionalización del poder político. El México post revolucionario resistió, aún con una infinidad de tensiones como la elección de noviembre de 1929 donde los candidatos fueron José Vasconcelos (PNA) y Pascual Ortiz Rubio (PNR).

Esas tensiones se agudizaron cuando el presidente Cárdenas decidió exiliar de México al ex presidente Elías Calles en 1936. Otro desafío y otro dilema, que Cárdenas resolvió con habilidad apoyándose en el PNR y las organizaciones políticas. Esto le permitió un margen político mayor para manejar su propia sucesión y enfrentar las fricciones con el candidato disidente Juan Andrew Almazán, y la intentona de rebelión de su antiguo aliado Saturnino Cedillo.

En 1946 Al presidente Ávila Camacho se le rebeló el ex canciller Ezequiel Padilla Peñaloza —al que postuló el PAN, cuando declinó Luis Cabrera— contra Miguel Alemán del PRI. Logró el 19.3% de la votación.

En la presidencia de Alemán se habló de reelección presidencial, pero el contrapeso político de la época (Lázaro Cárdenas) se pronunció en contra y la idea no prosperó. Tampoco la de postular a Fernando Casas Alemán. La decisión favoreció al secretario de Gobernación Adolfo Ruiz Cortines, quien debió enfrentar una fuerte disidencia —desprendimientos del PRI— encabezada por la Federación de Partidos del Pueblo, que postularon a Henríquez Guzmán y lograría después el 15.8 % de la votación.

El otro dilema fue la rebelión estudiantil de 1968, donde el sistema político y sus actores principales se enredaron y no supieron resolver pacíficamente. A pesar de que la economía mexicana crecía y avanzaban los programas sociales, la demanda de libertad política se había estancado ante una sociedad que ya había creado una consistente clase media. Antes y después se manifestó el fenómeno de la llamada guerrilla urbana y rural, y fue frecuente el fenómeno de la desaparición de poderes en los estados por conflictos políticos con el centro y con un solo partido político de oposición real: el PAN.

Ante la crisis de los setenta; la reforma electoral de 1977. Ante la crisis de 1988 cuando la caída del sistema y los 6 millones de votos de Cuauhtémoc Cárdenas; las reforma políticas del sexenio 1988-1994 y la creación de instituciones electorales.

El sistema respondió y aguantó aún en contra de quienes advertían sobre su extinción en el llamado año fatídico de 1994: La guerrilla en Chiapas, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, la renuncia de Jorge Carpizo y el asesinato del secretario general del PRI José Francisco Ruiz Massieu.

Después vendrían el llamado “error de diciembre”, que provocó la caída del 6.95% de la economía en 1995, la alternancia de partido en la Ciudad de México y la pérdida de la mayoría legislativa del PRI en 1997.

En el año 2000, la victoria de Vicente Fox a la Presidencia de México, como la primera alternancia de partido desde 1929, incrementó las apuestas de que no iba a ser una transición política pacífica. Otra vez el sistema aguantó y las instituciones volvieron a ser puestas a prueba mediante acuerdos, negociaciones y consensos.

Se darían tensiones políticas fuertes en el relevo del poder en 2006, por lo cerrado del resultado electoral (apenas el 0.56% de diferencia) entre el primero y el segundo lugar, y las movilizaciones en la Ciudad de México del candidato de las izquierdas al negarse a aceptar los resultados.

Cambiaron los gobiernos en las principales capitales de México, ningún partido alcanzó mayorías en el Congreso de la Unión y a partir de 1989 el PRI empezó a perder gubernaturas estatales (Baja California) hasta llegar a tener solo tres en el 2021.

El dilema hacia el 2024 es que nadie sabe qué es lo que realmente va a suceder políticamente. Quienes se auto derrotan y ven como algo definitivo la victoria de Morena y sus aliados en la elección presidencial del 2024, no están tan acertados en sus predicciones: ¿Ganar una elección en medio de la irritación social por la falta de resultados del gobierno?, ¿Ganar una elección con un partido en el poder, fracturado por la negativa a cambiar el método para la designación sucesoria?

¿Ganar en el 2024 con tanto problema sin solución y los peores indicadores en seguridad y economía de muchos años?

Es falsa la versión de que no existe la oposición; La oposición — ya lo vimos el pasado 13 de noviembre—está en las calles y en la sociedad inconforme que por ahora no quiere saber nada de las ofertas de Morena y sus representantes y que se alista para votar en 2024. Ahí está el verdadero dilema político para el oficialismo y las oposiciones.

La nueva realidad política de México no está predeterminada, apenas se está construyendo y habrá sorpresas. El dilema ahora, y a como está la polarización política mexicana, será el de probar la real capacidad de las instituciones nacionales para aguantar la política que viene y los intentos del grupo dominante— por ahora—para tratar de quedarse a cualquier precio en el poder por varios años más.

bulmarop@gmail.com