COLUMNA

Cuando los fines justifican los medios

Observatorios Urbanos

Doctor Mario Alberto Velázquez García Créditos: Tribuna
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Escrito en OPINIÓN el

En una democracia, la legitimidad del Gobierno se deriva del consentimiento de los gobernados, la participación inclusiva y la protección de las minorías. Sin embargo, cuando el partido gobernante busca lograr sus fines por cualquier medio, ignorando las posturas contrarias, se generan una serie de consecuencias que pueden erosionar los cimientos de la democracia. La democracia se sostiene en el principio del estado de derecho, donde todos, incluyendo a los gobernantes, están sujetos a la ley.

Cuando el partido gobernante persigue sus objetivos por cualquier medio, incluyendo métodos ilegales o poco éticos, el estado de derecho se debilita. La manipulación del sistema judicial, la negociación "en corto" para aprobar leyes, la persecución judicial de los opositores y el uso de la fuerza para silenciar la disidencia son ejemplos de prácticas que socavan la legalidad. Esta erosión puede resultar en una falta de rendición de cuentas y en un sistema judicial que deja de ser imparcial, fomentando la corrupción y la impunidad.

El proceso democrático depende de elecciones libres y justas y de la participación equitativa de todos los actores políticos. Cuando el partido en el poder manipula elecciones, suprime el voto de ciertos grupos y controla los medios de comunicación, el proceso democrático pierde legitimidad. Las elecciones se convierten en un instrumento para validar el poder existente en lugar de un mecanismo de representación popular. Esta deslegitimación puede llevar a la desconfianza generalizada en el sistema electoral y a una disminución de la participación ciudadana, afectando negativamente la salud democrática.

Una democracia robusta escucha y considera las voces de todas las minorías. Sin embargo, cuando estas voces son sistemáticamente ignoradas, las minorías se sienten alienadas y desprotegidas. Cuando las políticas no contemplan las necesidades y derechos de todos los grupos se perpetúan la injusticia y la desigualdad. Esta marginalización puede conducir a protestas, movimientos de resistencia y, en casos extremos, a conflictos civiles. Además, la falta de inclusión priva a la sociedad de perspectivas diversas y soluciones innovadoras, limitando el progreso social y económico.

El uso de medios coercitivos y la exclusión de minorías exacerban la polarización y la fragmentación social. La política de "nosotros contra ellos" fomenta la división y convierte el diálogo constructivo en una tarea casi imposible. La polarización extrema puede radicalizar las posiciones políticas y dificultar la consecución de consensos sobre asuntos cruciales. La fragmentación social debilita el tejido social y la cohesión nacional, complicando la gobernabilidad y la implementación de políticas efectivas. Esta división puede llevar a un ciclo de conflicto y desestabilidad que socava la paz social.

La estabilidad política y la inclusión social son esenciales para el desarrollo económico sostenible. La incertidumbre y la inestabilidad generadas por un gobierno que busca sus fines por cualquier medio pueden desalentar la inversión y afectar negativamente a la economía. Las políticas que no consideran las necesidades de todos los ciudadanos resultan ineficaces y perpetúan las desigualdades económicas y sociales. El declive económico y social alimenta el descontento y la inestabilidad política, creando un ciclo vicioso difícil de romper. Sin confianza en el sistema político, las soluciones a largo plazo para los problemas económicos y sociales se vuelven inalcanzables.

La democracia no solo se basa en la realización de elecciones, sino también en el respeto a los derechos humanos, la participación ciudadana, la transparencia y la rendición de cuentas. Cuando estos principios son ignorados, la democracia se vacía de contenido y se convierte en una fachada para el autoritarismo. La calidad de la democracia disminuye, y los ciudadanos pueden perder la fe en la capacidad del sistema para mejorar sus vidas y proteger sus derechos. Este deterioro afecta la estabilidad política y puede llevar a una regresión democrática y en los hechos, a generar prácticas autoritarias.

Las prácticas autoritarias de un partido gobernante que busca sus fines por cualquier medio pueden atraer la atención y la condena internacional. Las violaciones de derechos humanos, la represión de la disidencia y la manipulación del sistema electoral pueden llevar a sanciones y al aislamiento diplomático. El aislamiento internacional puede tener consecuencias económicas severas, como la reducción de inversiones extranjeras y el acceso limitado a mercados internacionales.

Las consecuencias de un gobierno que busca lograr sus fines por cualquier medio y sin escuchar a las minorías son profundas y multifacéticas. La erosión del estado de derecho, la deslegitimación del proceso democrático, la marginalización y represión de las minorías, la polarización y fragmentación social, el declive económico y social, el deterioro de la calidad democrática y el aislamiento internacional son todos resultados interrelacionados que pueden desestabilizar una democracia y poner en peligro su supervivencia a largo plazo.

Para proteger y fortalecer la democracia, es esencial que los gobiernos se adhieran a los principios democráticos fundamentales, promoviendo la inclusión, la transparencia y el respeto a la diversidad. Solo así se podrá garantizar un futuro justo y equitativo para todos los ciudadanos, donde la democracia no solo sobreviva, sino que prospere.