En las palabras de algunos columnistas adversos al Gobierno que se encuentra en funciones desde 2018 y que, ahora el 1 de octubre del presente, será continuidad del nuevo estilo de gobernar a tono con las características de lo que se denomina cuarta transformación, se han destacado por buscar hacer mala fama de los trabajos realizados por el hoy expresidente López Obrador y, según leo en las columnas y programas digitales en estos pocos días que han pasado desde el cambio de poderes, la crítica destructiva seguirá.
En los seis años anteriores las opiniones duras, fuertes, maniqueístas, fueron una respuesta a los cambios que propuso el anterior presidente en donde la mayoría de los medios de comunicación fueron afectados debido a que anteriormente habían sido cooptados por los gobiernos en turno, especialmente, muchas de las plumas más reconocidas de algunos(as) académicos, junto con el conjunto de periodistas sin ética y profesionalismo, fueron cálidamente “apapachados” por los gobiernos emanados especialmente del priismo nacional y local.
Incluso, como se sabe, hubo plataformas de noticias con financiamiento de las élites económicas del país dedicadas exclusivamente para “golpetear” al gobierno anterior, especialmente, a las iniciativas en las que se buscaba mover el estado de cosas (statu quo) de la vida administrativa, jurídica y política del México actual. Sin embargo, pese a todo y en aras de una de los elementos más visible de los países democráticos, la libertad de prensa (expresión), el periodismo de ese calado dijo todo lo que pudo sobre el Gobierno y, hasta donde sabemos, no se calló a nadie como sí sucedía en el pasado en donde Sonora es ejemplo de lo que fueron esos excesos cuando se gobierna.
Todo lo anterior es una descripción importante para hacer un par de reflexiones sobre el tema de la difusión de noticias nacionales y locales. La primera de ellas es pensar en que las transiciones de gobierno conllevan a otras transiciones en los distintos espacios o áreas en donde se reproduce la vida gubernamental y su relación con la vida pública y social. Durante seis años quedó demostrado que los medios de comunicación poderosos no pudieron desequilibrar a un Gobierno que se enfocó en tratar de resolver rezagos a través de programas sociales que finalmente le redituaron éxito electoral. En este caso, una de las tareas académicas es revisar el poco impacto que tuvieron las plumas de los intelectuales enojados con el obradorismo, las plataformas digitales y programas de televisión de medios abiertos al público, y su fracaso en el intento de descarrilar a un gobierno que finalmente ganó en las urnas para llevar a la primera mujer a la presidencia.
El segundo tema que también requiere atención es la reproducción de la llamada “espiral del cinismo” (Capella y Jamieson, 1997) que relaciona la cobertura que realizan los medios sobre los asuntos públicos con el descenso del interés ciudadano por los temas políticos. En resumen, en el caso de México, los medios de comunicación deben valorar que los contenidos y análisis sobre los asuntos públicos, mientras sigan haciendo ese tipo de cobertura y lleven la carga de polarización, no lograrán derrumbar algún Gobierno en turno. Al menos en el caso de México, estos medios han recibido el efecto “boomerang” pues el desprestigio público ha sido para ellos y ellas. Quizá por ello una televisora nacional tuvo que despedir y hacer cambios en sus mesas de análisis. Qué país tan interesante tenemos.
Fuente: Tribuna