Ciudad Obregón, Sonora.- En febrero, una colega me envió la convocatoria del proceso para la creación, desarrollo, innovación y revisión de materiales educativos y auxiliares didácticos para la enseñanza del inglés en educación básica emitida por la Dirección General de Materiales Educativos de la SEP.
El proyecto me generó curiosidad, así que llené el formulario de registro, y como resultado, recibí una notificación en la que se me informaba que había sido preseleccionada, al igual que otros más de 170 postulantes a nivel nacional. Me invitaron además a la primera reunión virtual, que estuvo a cargo del maestro Sady Arturo Loaiza Escalona, actual director de Desarrollo e Innovación de Materiales Educativos, quien planteó la pregunta: ¿Cómo generar un material de inglés con una perspectiva decolonial?
Desde mi punto de vista, para llegar ahí es necesario reconfigurar la enseñanza del inglés desde otras ideologías lingüísticas, las cuales se pueden clasificar en dos perspectivas más amplias: la monolingüe y la plurilingüe, ésta última también conocida como translingüe.
La literatura en el tema nos indica que las ideologías monolingües tradicionalmente priorizan a los hablantes nativos como el modelo a seguir, apuntando a un ideal en el cual los aprendices alcanzan una competencia similar a la de un hablante nativo, pero no de cualquier hablante nativo. En el caso específico del inglés, se considera modelo al hablante nativo de países como Inglaterra o Estados Unidos. Estas ideologías se originaron en Europa y se extendieron a través del colonialismo, influyendo en los entornos académicos a nivel mundial.
Como resultado, vemos que en la mayoría de los casos la enseñanza del inglés en México se aborda de manera fraccional, o separatista, donde a los aprendices no se les permite el uso del español; son diversos los memes en donde se hace referencia a que mientras los estudiantes están en la clase de inglés y quieren pedir permiso para ir al baño, tienen que hacerlo en ‘English only’.
Este separatismo es aún más evidente en las escuelas privadas que se anuncian como bilingües y biculturales, en donde es práctica común dividir la jornada escolar en dos partes, una para contenido en español y otra para contenido en inglés; algunas de ellas llegan incluso a contar con dos salones, el salón de español y el salón de inglés, y hasta dos docentes diferentes, quienes trabajan con dos grupos que intercambian a media jornada.
Sin embargo, actualmente existe el interés por un cambio hacia perspectivas plurilingües, arraigadas en ideologías translingües. Las ideologías translingües surgen de contextos multilingües donde se reconoce la diversidad y movilidad de las poblaciones. Además, se redefine a los hablantes multilingües como personas con trayectorias complejas y configuraciones lingüísticas únicas. Una ideología translingüe aboga por la integración de múltiples idiomas en los planes de estudio para aprovechar los recursos de los hablantes, fomentando un aprendizaje de idiomas desde una pedagogía del translingüismo.
A propósito del translingüismo, éste surgió como parte de una estrategia para revitalizar el uso del idioma galés, el cual estaba siendo reemplazado por el inglés. Cen Williams, experto en aprendizaje activo y educación bilingüe, acuñó el concepto en los ochenta para describir un método de enseñanza bilingüe utilizado en las escuelas galesas, en donde los estudiantes recibían información en un idioma a través de la lectura o la escucha, para luego producir mensajes propios, ya fuera hablando o escribiendo, en el otro idioma, transitando entre el inglés y el galés.
Posteriormente, Ofelia García, catedrática de la Universidad Municipal de Nueva York, amplió la definición de translingüismo colocándola dentro del contexto de los niños migrantes que adquieren una segunda lengua, y para describir las prácticas lingüísticas de las personas bilingües desde la perspectiva de los propios hablantes, y no simplemente desde la perspectiva de la lengua.
Como práctica pedagógica, el translingüismo implica la crítica de las jerarquías raciales y lingüísticas para la transformación política y cultural, empoderando a los hablantes. Por lo tanto, adoptar una pedagogía del translingüismo permitiría a los estudiantes comprender significados al involucrar todo su repertorio lingüístico y ampliarlo. Mejor aún, las prácticas lingüísticas de todos los estudiantes podrían utilizarse como un recurso para el aprendizaje.
Escribió Adriana Isabel Altamirano Ruiz, maestra en Humanidades por la Universidad de Sonora (Unison). Actualmente es profesora en la Benemérita y Centenaria Escuela Normal del Estado (ByCENES)
Fuente: Tribuna