Ciudad Obregón, Sonora.- El que una persona haya publicado 44 libros y tenga seis más esperando que se impriman, es un récord extraordinario. No es, ni será, fácil de igualar en Sonora. Me atrevería a decir que se requiere sumar el esfuerzo de varios escritores para igualarlo.
Y no es porque no tengamos gente de talento, o que nuestras instituciones educativas no generen las personas preparadas para abordar los diversos temas de la realidad local y nacional y al mismo tiempo publicar. Hay material humano que puede hacerlo y muchos esfuerzos al respecto; pero igualar la amplia obra escrita de Don Carlos Moncada Ochoa se antoja difícil en esta etapa donde nuevos patrones culturales parecen dominar el quehacer literario y el periodístico.
La cuestión —que se entiende— no es tan compleja como para comprender que en estos tiempos de prisas, improvisación, digitalización y redes sociales, los personajes capaces de tal proeza ya no se dan en maceta y tampoco abundan aquellos que antaño abordaban géneros y temas varios con una capacidad y un enfoque universal, que necesariamente los convertían en referentes obliga-dos de una cultura completa, y que cubría casi todos los niveles del conocimiento.
Así se enriquecía la literatura, y los textos circulaban en las páginas de los periódicos, las conferencias, las revistas, la edición de libros o los foros de deba-te. Siempre estaban presentes, además de Moncada, Abelardo Casanova, Oscar Monroy Rivera, Manuel Hernández Salomón, Rodolfo Rascón Valencia, Rómulo Félix, Nacho Lagarda, Juan Ramírez Cisneros,Gilberto Escobosa entre otros. Son nombres de entre los más vistos en los últimos años y que con sus propios instrumentos, vehículos y recursos, han investigado, escrito y publica-do con una vocación innegable para la literatura regional, social e histórica.
Habría que agregar que también se ha perdido —o ha venido a menos— la tradición “conversacional” (las charlas de café) con enfoque cultural en casas, plazas y restaurantes, como parte de la dinámica social.
En estos tiempos ya casi no hay personajes de ese tipo. Es decir, escritores de talla y grandeza que lo mismo abordaban la literatura universal que los temas regionales y de actualidad de México y el mundo, con un dominio casi completo del conocimiento y con su propia técnica de investigación yendo directo a la materia estudiada.
Entre esos personajes, destaca Carlos Moncada Ochoa, que el pasado 23 de junio cumplió 90 años. En esa fecha del año 1934 nació en Ciudad Obregón, descendiente de Francisco Moncada (trabajador de la compañía Richardson, jefe de herreros ) y Juana Ochoa. Demostró desde muy joven su afición por las letras en las escuelas primarias donde inició su formación: la Calleja, la Cajeme y la Dworak.
Como la mayoría de su generación se inscribió en la secundaria José Rafael Campoy. Estudió derecho en la Universidad de Sonora entre 1963 y 1968. Su tesis profesional ‘La juventud al poder’ fue su primer libro, el segundo fue ‘El México de acá visto desde el más allá’. Pero al igual que sus pares en el mundo de la literatura, dejó las leyes a un lado; le ganó la curiosidad por la realidad y por la vida y se dedicó al periodismo y la literatura por muchos años —desde 1954, cuando empezó en Diario del Yaqui— como corrector de pruebas, recomendado por el célebre Bartolomé Delgado de León .Para 1955 Moncada ya era el jefe de redacción del periódico y ganó notoriedad con su primer reportaje: ‘Pótam y sus problemas’. (Desde entonces Pótam ya daba de que hablar)
Quiso impulsar un sindicato de periodistas y tuvo problemas, lo despidieron en dos ocasiones del diario. Tiempos aquellos del Club Olímpico Cajeme, el merendero Dina y el Wakakari.
En 1961 sale del Diario del Yaqui y se incorpora al periódico Ultima Hora patrocinado por el General Abelardo Rodríguez, al tiempo que colabora en labores de difusión —por 8 meses— con el gobernador Luis Encinas, pero no tarda en regresar al periodismo.
Entró a trabajar al periódico El Sonorense en 1963 y de ahí en adelante no dejaría de publicar. Por él —que supo entender su tiempo y oportunidades— tu-vimos la oportunidad de conocer de cerca a personajes de la historia de México y Sonora. Son célebres sus entrevistas con Herminio Ahumada, (fundador de la Unison) Ricardo Topete y Roberto Cruz, sus acercamientos con Rodolfo Elías Calles, Faustino Félix Serna, y los dirigentes obreros y campesinos del Valle del Yaqui.
Moncada, ha escrito cuentos, biografías, ensayos históricos y de corte político, muy bien documentadas historias de instituciones como la Universidad de Sonora y el Itson, y una gran cantidad de artículos en periódicos y revistas. Dirigió en su tiempo al periódico El Sonorense y en los noventa del siglo pasado la revista Impacto.
Su libro ‘Cayeron’, escrito en 1979, marcó un hito en la política y el derecho mexicano. No cualquiera indaga con tanta seriedad y profesionalismo como lo hizo él, las causas y los motivos que provocaron la caída de gobernadores esta-tales. Al respecto dice el penalista Raúl F. Cárdenas en su magna obra ‘Responsabilidad de los funcionarios públicos’: “El señor licenciado don Carlos Moncada, en el interesante libro que publicó con el título de ‘Cayeron’ se refiere al caso de los 67 gobernadores que han sido derrocados u obligados a renunciar, a partir del año de 1929 a 79” (pag. 417-419). Lo mismo hizo el jurista Diego Valadés, y periodistas renombrados como Granados Chapa que incluso prologó uno de sus libros, relacionado con los periodistas asesinados.
Moncada fue profesor de “régimen legal de los medios de comunicación”; re-portaje y entrevistas; redacción, lectura, lenguaje y expresión entre otras materias en la Universidad de Sonora, la del Noroeste y la de Hermosillo. Sus alumnos lo recuerdan con estimación.
Difícil de igualar su magna obra de 12 libros: ‘La saga de la cultura sonorense’ (1831-2020) publicada apenas la primera parte (arquitectura, la ópera y el teatro, El cine y la fotografía) quedando en imprenta: Línea y color, procesión de esculturas, La Danza, La literatura, historia y crónica, casi dos siglos de periodismo, La música, Ciencia y tecnología; Instituciones educativas y culturales. Todo un gran proyecto aterrizado, pero pendiente de que publiquen los últimos tomos.
Moncada incursionó en la administración pública como director del Instituto Sonorense de Cultura de Sonora en el sexenio de Manlio Fabio Beltrones (1991-1997), con una labor reconocida por tirios y troyanos en ese difícil y complicado segmento de la sociedad sonorense.
Consciente y satisfecho, reitera que la esencia del periodismo es el reportero, sin embargo, reconoce que la profesión de periodista requiere de una sacudida y una gran innovación ante los nuevos tiempos. ¿Por qué? Porque en tiempos complejos el periodista, al tiempo que debe saber escribir y redactar bien, también debe entender la historia y las sorpresas que a cada rato ésta nos brinda coincide con la expresión: La historia, esa eterna ‘Caja de sorpresas’, de Octavio Paz. En ese contexto se dio la —entre otras— la investigación sobre el asesinato de Francisco Serrano (La Sonora cruel y verdadera), escrito con Ignacio Almada Bay, o aquél de ‘Municipios en conflicto’, que data de los ochenta del siglo pasado.
Pasan los años y Moncada sigue activo, no deja de trabajar —“Tengo intactas, tanto la memoria como mis manos”, dice— “para seguir trabajando”, y todavía tiene proyectos pendientes como el de la historia del Congreso local de 1955 a la fecha y sus ‘Recuerdos personales’ una especie de memorias a publicarse próximamente.
Actualmente vive de una modesta pensión del Isssteson que no rebasa los 16 mil pesos mensuales. Tiene viviendo más de 40 años en su modesta casa de la colonia Loma Linda invadida de libros, recuerdos y cuadros.
Es consultado con frecuencia y buscado por infinidad de escritores, políticos y amigos, siempre dispuesto.
Carlos Moncada, un auténtico valor sonorense en el periodismo y la cultura que a los 90 años, profundiza día a día la huella que personajes como él, han dejado en Sonora, demostrando con sus acciones, talento y su creatividad que —a pesar— de apatías, adversidades y el desgano social y oficial, sí, se puede entrarle al trabajo cultural para interesar a los más, por las verdaderas creacio-nes del espíritu.
Fuente: Tribuna