Que dos senadores recién electos del PRD —todavía sin rendir protesta— se pasen a Morena para ayudarle a construir la mayoría calificada que necesitan en el Senado —cuando habían anunciado que se mantendrían firmes y fieles a su partido— no deja de sorprender en los llamados tiempos estelares de la auto llamada 4T.
Lo que sí sorprende es que la presidenta electa de México lo festeje públicamente —como si fuera una nueva conquista—, cuando de lo que realmente se trata es de abonarle a la degradación política y a la corrupción para lograr mayorías por la vía de la cooptación política, la compra de lealtades y una soberana burla al votante.
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¿Qué no llegaron al poder prometiendo otras cosas, como la honestidad? ¿no dijeron que iban a ser diferentes de los que antes combatieron?
¿Dónde quedaron la humildad y la grandeza en la victoria? Nadie lo sabe, y a cambio llegaron la soberbia y el abuso del poder.
Se trata también de aplastar a las oposiciones partidistas, claro, para hacer y deshacer con la acumulación de poder.
Que quince diputados federales del Partido Verde se sumen a Morena para ayudarle a mantener por tres años la presidencia de la Junta de coordinación política de la Cámara de Diputados, tampoco sorprende; a pesar de que el Verde había comprometido una agenda ambiental con sus electores. Pero de nuevo lo rebasó el oportunismo, la corrupción y la facilidad de sus dirigentes y representantes para adaptarse a los ganadores, como antes lo hicieron con el PRI y el PAN.
Sorprende menos que cuatro diputados del Partido del Trabajo hagan lo propio para garantizarle a Morena la mayoría en los órganos de gobierno de la Cámara de Diputados, dada la tradición política de ese partido de saltar por conveniencia en sus alianzas desde que fue creado.
¿Y las demandas tradicionales de la izquierda que dice representar el Partido del Trabajo?, ¿Y sus banderas representativas a favor de la lucha de los colonos urbanos del país y su lealtad a las naciones que todavía enarbolan el marxismo? Todo queda pendiente mientras se acomodan a su nueva realidad de apenas el 5.47% de la votación nacional.
Que los gobernadores de Morena apliquen la misma receta política en sus congresos locales y en las fiscalías, tampoco significa alguna novedad política. Llegaron a gobernar sus entidades a nombre de la “transformación” y el cambio real, afirmando que todo lo hecho antes de que llegaran ellos al poder no sirvió para nada en el desarrollo de los estados y que la historia real empieza a partir de su llegada. Nada menos.
Llegaron a comprar lealtades, jalar para su causa a diputados de otros colores, y a debilitar a las oposiciones. El mismo modelo.
Más allá del desarrollo y la grandeza prometida, la degradación. Aprovecharon las eternas tendencias oportunistas de quienes han visto el oficio político como un negocio particular y como una oportunidad de acomodarse con los vencedores al precio que sea.
¿Convicciones? Al mejor postor. ¿Ideologías? Las mercadean al valor del día. ¿Espíritu de lucha? Archivado, mientras pasa el vendaval y se les ubica en algún lugar de la cola donde les tocó al cambiar de partido.
Se me dirá que esto no es nada nuevo y que siempre ha existido, que el PRI en su momento también corrompió a las oposiciones —no solo las formales— cuando actuaban en la política nacional solo 4 partidos políticos, entre ellos el PPS y el PARM, que siempre postularon al mismo candidato presidencial del PRI.
Pero no olvidemos que las cosas fueron cambiando con negociaciones y mucho diálogo y con apertura del PRI y sus gobernantes, algo que ha sido borrado por los nuevos gobiernos que no quieren saber nada de sus opositores a todos los niveles.
También, cuando el sistema político se fue abriendo y nuevas fuerzas políticas adquirieron carta de identidad para participar en los procesos electorales y empezaron a ganar bastiones importantes de la política nacional. Ejemplos sobran: Por incitativa del presidente Ernesto Zedillo la elección en la Ciudad de México, que el PRD y Morena han gobernado ininterrumpidamente durante 27 años, y van para 33; Guanajuato, que el PAN no ha soltado desde 1991 con la controvertida elección de Vicente Fox como gobernador (que al final, negociaron con el presidente Salinas de Gortari para que asumiera el alcalde de León, Carlos Medina Plascencia en su lugar) y desde entonces el PAN ha gobernado esa entidad por 33 años, y van para 39.
Después de que el PRI gobernara Baja California por 37 años (1952-1989), el PAN se apropió del estado y gobernó por 30 años de 1989 a 2019. Morena ganaría después la entidad con Jaime Bonilla (2019-2022) y con Marina del Pilar Ávila (2021-2027).
Otra entidad donde las oposiciones se arraigaron fue Baja California Sur, que el PRI gobernó durante 24 años desde su creación como estado en 1975 hasta 1999 que ganó el PRD y que perdió ante el PAN en 2011 y al que Morena le ganó en 2021.
Las alternancias de partido en el gobierno en los estados avanzaron hasta llegar al 2024 cuando solo una entidad de la República no ha experimentado la alternancia: Coahuila, donde el PRI ha gobernado desde 1929, y donde ahora Manolo Jiménez Salinas cumple el sexenio 2023-2029 para el que fue electo.
Las alternancias en los estados explican en mucho lo que está ocurriendo en la política mexicana actual: Diversificaron las opciones políticas para participar en otros partidos; promovieron la movilidad política vía el transfuguismo y la reafiliación hacia otros colores partidistas; movieron la participación y el activismo; y esto gradualmente ha cambiado la geografía política de México de los últimos 35 años.
EL PRD se formó del PRI y las izquierdas, pero luego se vació hacia Morena hasta perder el registro. Movimiento Ciudadano surgió con priistas y poco a poco se consolida. Morena surgió del PRD y se ha nutrido de priistas y panistas. El Panal surgió del PRI, pero se debilitó hasta perder el registro nacional. En la fundación del Verde y el PT influyeron los gobernantes del PRI de la década de los noventa.
Las alternancias han influido en la conformación del Congreso de la Unión y los congresos locales con victorias para el partido gobernante y eliminando gradualmente la separación de poderes.Con todo eso, se han borrado los equilibrios y las formas políticas y se han concentrado los poderes en los gobernadores, llegando al extremo de eliminar los contrapesos y reducir al judicial y al legislativo locales.
Morena hoy, suma 24 gubernaturas, el PAN 4 (Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Querétaro), el PRI 2 (Coahuila y Durango) y Movimiento Ciudadano 2 (Jalisco y Nuevo León).
Las alternancias en los estados originaron también que varios exgobernadores —hasta ahora 24 sumando a Javier Corral— de todos los partidos hayan llegado a enfrentar procesos penales, con encarcelamientos en lo local y también en el ámbito internacional, acusados de corrupción y de asociación con el hampa organizada y provocando impactos políticos importantes en los partidos de origen de esos gobernadores y su base electoral en los estados, con votantes que no dudaron en abandonarlos.
Con todo eso se comprueba fehacientemente la injerencia del crimen organizado en la política mexicana a todos los niveles, haciendo ganar y perder a candidatos o a eliminarlos de las candidaturas vía la violencia y el crimen cuando así les conviene, como el revelador caso de Sinaloa y los de una gran cantidad de municipios donde la disputa territorial se ha agudizado. Ni caras nuevas ni nuevas ideas. Tenemos ahora un sistema político con un poder concentrado que busca revancha, quiere pleito y no reparará en formas ni en costos para lograrlo. Eso es lo que está pasando ahora. Difícil de entenderse, pero es la nueva realidad.
bulmarop@gmail.com