COLUMNA

Una democracia representativa

Observatorios Urbanos

Juan Poom Medina, columnistaCréditos: Tribuna
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Escrito en OPINIÓN el

En los registros históricos puede encontrarse la siguiente frase: "Una República si es que puedes mantenerla"; se trata de una respuesta que dirigió Benjamin Franklin a uno de sus colegas ante la pregunta "bueno, doctor, ¿qué tenemos, una República o una monarquía?". El intercambio de palabras se dio al finalizar la Convención Constitucional el 17 de septiembre de 1787, y con ello se configuraba una esperanza en el imaginario de aquella nueva nación que incluso maravilló al joven francés Alexis de Tocqueville cuando señalaba que la democracia era el distintivo de esa nación.

Han pasado más de 2 siglos de aquellas referencias entre los impulsores de la Constitución política de los Estados Unidos de América que dieron paso a la versión moderna de la teoría del gobierno representativo, la misma que hoy, al paso de las últimas décadas, se ha deteriorado al grado de que no pocos especialistas hablan de una crisis tanto de la democracia como de la forma en que se ha convertido la representación política.

Sin embargo, pese a la mala fama que viene ganando este mecanismo que permite dar voz a la ciudadanía a través del ejercicio del voto para buscar elegir a sus representantes, también tiene voces a su favor, ejercicios intelectuales que han buscado fortalecer la idea de que hay que defender a la representación política.

Uno de ellos fue el profesor Giovanni Sartori quien antes de morir dedicó parte de su tiempo a señalar que una democracia directa, que como alternativa han venido señalando no pocos especialistas, sería algo catastrófico, el regreso al medievalismo. El profesor señaló, ciertamente la democracia representativa no goza de buena forma, pero es la única manera en que “el ciudadano decide quién decide por él (o ella)".

Todo lo anterior viene a colación porque algunos de los problemas sobre la crisis de la representación política se relacionan al deterioro del conjunto de cualidades personales asociadas a un orden civil o político, como señala el profesor Brooks, de la Universidad de Harvard; o al primitivismo constitucional que existe en algunos países, como señala Sartori. En el caso de México, esta última visión encaja muy bien sobre la perspectiva que han adoptado los y las representantes que fueron elegidos en los veranos de 2018 y 2024: Se requieren reformas constitucionales para modificar diseños institucionales específicos que ya no funcionan.

En el marco de esas propuestas, que vienen desde las elecciones de 2018, tanto la polarización política como el agravio personal entre ganadores y perdedores se ha intensificado. Hoy algunos especialistas sobre México que participan en medios de comunicación llaman autoritario a un Gobierno que va a cumplir seis años, sin embargo, ellos y ella disfrutaron y gozaron de prebendas durante el periodo de hegemonía de partido que, por cierto, fue un régimen altamente autoritario.

También, critican y golpean la figura de un presidente electo por una gran mayoría, sin importarles, que en aquel verano como lo fue en este de 2024, la ciudadanía decidió dar en mayoría por él y ahora por ella. A ese periodismo o análisis se le llama convenenciero.

En conclusión, se puede aseverar que, en el caso de México, la democracia representativa goza de buena salud. El pueblo eligió por una amplia mayoría a sus representantes. Ahora a ellos y ellas les toca asumir que "el representante no es responsable ante alguien, sino también responsable de algo".