Sonora, México.- El año que termina será recordado como uno de los más agitados políticamente; el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ha encargado de dinamitar el ambiente, generando una polarización criticada por propios y extraños. El afán del presidente ha sido ubicarse como un mandatario ultrapopular al tiempo de minimizar a la oposición, señalándola todo el tiempo, al paso de generar rivales y enemigos de su “movimiento”, que le permitan mantener el discurso de combate constante que tanto le abona en la ganancia de adeptos, señalan los analistas.
"El presidente ha hecho de la polarización su modo de vida en el gobierno; ha entendido que dividir, intentar pulverizar, le sirve para sus fines, para victimizarse y autonombrarse como el caudillo nacional”, explica el académico José Falomir.
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Para el periodista Raymundo Riva Palacio, dicha estrategia no cederá en 2023, sino que llegará potenciada por las urgencias pre electorales: “el presidente y el movimiento que encabeza se radicalizará, por lo que habrá más polarización y violencia”. Pero contrario a los análisis, el presidente aseguró que México no es un país polarizado y que, bajo ninguna circunstancia él ha buscado dicho ambiente: “no hay polarización, hay politización; y eso es bueno”.
Los hechos
Este año inició convulso para el presidente: se conoció su precario estado de salud tras parar en un hospital por males cardiacos. Pero tales dolencias, que se vio obligado a detallar, no frenaron su impulso por profundizar el cambio de la Cuarta Transformación (4T). Aunque fue por su hijo José Ramón por el que debió bajar la velocidad: la revelación de que el heredero del presidente rentaba una casa en Houston a un directivo de una empresa proveedora de Petróleos Mexicanos, al tiempo de descubrirse que llevaba un alto nivel de vida, el cual sostiene a través de un trabajo que Daniel Chávez, un empresario muy cercano a AMLO, le costó varios puntos de popularidad.
Aún así, López Obrador siguió su plan: mantener la conversación sobre sus deseos y lo que “él considera importante para la vida pública en México; no hay manera de que se desvíe, porque su interés es uno y no cambiará”, explica el investigador Gerardo Petersen. De esa forma se le vio impulsar la revocación de mandato, una encuesta cuyo único propósito era “tener el pulso sobre su popularidad real, algo que le obsesiona”, detalla.
Para marzo, mes donde inauguró el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), que no estaba al cien por ciento, el presidente llevó el choque a niveles internacionales, pues respondió con fiereza una recomendación del Parlamento Europeo para la protección de periodistas en el país. Al tiempo, con la ya mencionada revocación de mandato inició su lucha incesante por menoscabar al Instituto Nacional Electoral (INE), al que acusó de no querer hacer la consulta y de “esconder” las casillas, que, también, a su entender eran escasas y en sitios poco favorables.
Y aún pese haberse llevado de calle la votación de dicha consulta, aún así fustigó al Instituto al que llamó “tramposo” y por primera vez llamó a modificarlo con profundidad. Estos constantes ataques contra el INE acabaron con el envío de una Reforma Electoral, que una vez rechazada por el Senado se convirtió en el Plan B, el cual, aún con las inconsistencias y carices anticonstitucionales.
El pulso electoral
A mediados de año, el presidente rechazó asistir a la Cumbre de las Américas, llevando sus afrentas a territorio internacional; el evento, organizado por el gobierno de Estados Unidos, era fundamental para Joe Biden, pero López Obrador declinó la invitación porque insistía en que Venezuela, Nicaragua y Cuba asistieran, algo que no pasó. Pero en realidad, la agenda prioritaria se centró en la elección de junio, en la que tanto el presidente como su movimiento crisparon el ambiente electoral con fines pragmáticos: llevarse la mayoría de triunfos, lo cual logró con claridad.
“La elección era fundamental para que el oficialismo mantuviera su vigor electoral; por eso es que se pusieron tantos elementos resguardando el plan, era fundamental menguar más a la oposición”, argumentó la columnista Rosario Guerra.
Militarización
Uno de los puntos más álgidos en 2022 fue el decreto presidencial sobre la militarización; desde septiembre que el presidente emitió un decreto, hasta finales de noviembre cuando la Suprema Corte avaló la presencia de las fuerzas armadas en las calles hasta 2028. “Fue un momento crucial porque sacó sus dientes, ahí es donde pudimos ver como el régimen es militarista sin importar nada y que seguirá dando poder a las fuerzas armadas, con todos los riesgos que eso conlleva”, explica el académico Alejandro Madrazo.
Y aunque el presidente y su séquito rechazaron el término, en términos reales sí son los militares quienes dominan el espacio púbico, todo con la venia del Partido Revolucionario Institucional, aliado en el tema.
Disputan la calle
Sin duda, el mayor impacto político en el año fue la marcha que la sociedad civil organizó en contra del gobierno de López Obrador; decenas de miles de personas se reunieron en varias ciudades del país para enarbolar las críticas y quejas contra el régimen. Como respuesta, el mandatario nacional decidió hacer uso de toda la fuerza del estado para reunir su propia marcha y aplastar numérica y moralmente a los que considera sus enemigos políticos, cerrando así un año de disputa y golpes bajos.
Fuente: Tribuna