CRÓNICA

Don Ramón Bojórquez, la cara de la pobreza extrema en Navojoa

Don Ramón Bojórquez es la cara de la pobreza extrema en Navojoa, tiene casi 80 años de vida y más de 10 viviendo en el monte, solo, durmiendo en el piso sobre unas tablas de madera y bebiendo agua de un canal

Don Ramón Bojórquez, la cara de la pobreza extrema en Navojoa.Don Ramón, por 10 años ha soñado en medio de la oscuridad, con tener su casita, ahí entre el monteCréditos: Ernesto Peimberth
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Navojoa, Sonora.- En las faldas de los cerritos de Tesia, don Ramón Bojórquez López, ahí vive sin nada, bajo un improvisado techo de lona, solo, con grandes dificultades para obtener comida, asistencia médica y bebiendo agua de un canal.

El frío y el calor le saben igual: Le cala fuerte. Pero su endeble humanidad de casi 80 años resiente más la falta de alimento.

El sur de Sonora es de los municipios donde existe más pobreza extrema, y aunque Etchojoa es catalogado como la ciudad con una población de más bajo poder adquisitivo, también en las comunidades rurales de Navojoa, Álamos y Huatabampo, la pobreza también se palpa.

Leyenda

El Taste Tesia, es una comunidad ubicada a unos seis kilómetros de la ciudad,  y por esas rancherías nació don Ramón un 9 de agosto de 1940, donde ha deambulado con casi ocho décadas a cuesta.

Recientemente, la familia Valenzuela Quijada descubrió las condiciones en las que vivía el octagenario: Entre el monte, con un techo improvisado y sin agua potable ni comida.

Tras haber recibido la invitación por parte de Frania, quien se puso en contacto para que se hiciera viral la historia de Don Ramón, decidimos acompañarla a conocer la situación, y junto con Javier y Alejandra, quienes le llevaron una gran despensa, nos dimos a la tarea de visitarlo.

Un Camino Espinoso

Gilberto Valenzuela nos esperó en el Chapote, Tesia, de ahí partimos en su camioneta ya que la maleza y los malos caminos se hace muy difícil para el acceso a cualquier carro. Tras pasar por diferentes estanques de agua y varios canales, llegamos a un punto donde partimos a pie.

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La entrada, es un basurón improvisado por una empresa de empaque de chile verde que siembran ahí. Caminamos por el difícil acceso para adentrarnos hasta la 'morada' de Don Ramón.

La familia Valenzuela Quijada, para poder llegar, días antes días tuvieron que hacer con dos machetes una entrada ‘decente’, ya que era casi imposible entrar, la pregunta en ese momento era ¿y cómo entra a su casa? 

Con la bolsas de mandado destrozadas por las espinas de la maleza, Frania, la  matriarca de la familia, no se rindió y pudo llegar con don Ramón, con los alimentos cargándolos en los brazos.

Llegamos a su casa y lo conocimos. Después de superar las expectativas que teníamos por los que nos habían contado del camino a su casa, recorrimos más de 200 metros por la vereda, todos rasguñados, pero por fin estuvimos frente a frente con la persona de la tercera edad, ese señor convertido en una especie de ermitaño.

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Una plática de murmullos

Don Ramón nos recibe gustoso. Un 'Ey que tal' escapa de su boca mientras su rostro se alegra al ver a Alejandra y Javier. Con nosotros saluda un tanto soprendido de nuestra presencia pero asombrados quedamos nosotros por las condiciones en las que esta su hogar.

Su casa son unos palos mal levantados, atados, cubierto con una lona, hule negro y cobijas. Su Cama: Ocho tablas de madera sobre la tierra, donde por 10 años ha dormido en la oscuridad del monte.

Don Ramón es de pocas palabras, habla despacito por su edad. Casi al murmullo

Pos aquí, pasandola...", comparte cuando le preguntan como ha estado, pero también es amable y se preocupa por saber como estan sus visitantes.

El canal calma la sed

Después de oírlo por unos minutos, era evidente que la longevidad le hacía desvariar, pero pronto nos percatamos que se trataba de debilidad por la falta de alimento, la desnutrición.

Contó que hacía ya varios días atrás tomó agua del canal, un agua que nos percatamos que ni las vacas la tomaban, ya que tiene meses estancada y hasta con 'sibolis' nadando en su habitad natural.

Siguió contando que duró tres días con diarrea, causada por alguna bacteria que le cayó al estómago, sin comer, y sin agua para beber, algo esencial para cualquier ser humano. Con un nudo en la garganta todos oímos su historia.

Don Ramón necesita ser atendido por algún médico, él lo sabe y lo externó en varias ocasiones, pero se niega rotundamente a salir y dejar sus pocas pertenencias, porque cree que le seguirán robando.

ha sido víctima del vandalismo a pesar de ser un lugar desolado, en medio de la nada. A don Ramón le ha robado un 'chavalo' en varios ocasiones.

Se llevó el machete, el hacha, las palas, todos los fierros y herramientas que tenía", dijo.

Don Ramón quiere construir su casita en esos mismos terrenos, porque, asegura con papel en mano, tiene como comprobar que son de su propiedad, y la quiere convertir en un huerto.

El apoyo Solidario

Gilberto Valenzuela comentó que cuando lo encontró no tenía nada para comer, y convenció a su esposa Frania para llevarle algo de mandado, sin dudarlo, y con el gran corazón que poseen estas personas, lo hicieron de inmediato. Sus hijos ahora lo quieren adoptar como su ‘tata’.

Contó que tiene un hermano en la costa de Hermosillo, Catarino, que no ve desde hace muchos años, además de otros en Guasave a los cuales no ve desde hace mucho,

Sabe que ha pasado mucho sin calendarios, nada que le esté recordando que día vive. Sorprendió a todos al preguntar qué día era y le falló: "Es miércoles ¿verdad?”. La visita sucedió un jueves.

Don Ramón contó que se había casado en dos o tres ocasiones, pero no había podido hacer vida con ninguna de sus mujeres. El trabajo en el campo lo llevó a mudarse por temporadas fuera de su casa, y hasta vivió en los Estados Unidos.

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Alejandra y Javier se convirtieron en sus ángeles en ese momento, y ademas de su ayuda en alimentos, pudieron hacer que el subprocurador del Adulto Mayor, Venustiano Nieblas, del DIF, se apersonara e invitará a don Ramón a un albergue temporal.

Por su edad, su amor a su terreno o el miedo a perder sus cosas, se negó, y Ramón Bojórquez, con sus casi 80 años al hombro, ahí seguirá durmiendo, en medio del monte, en su cama de tablas, sobre el piso, soñando en la oscuridad de la noche con tener su casita construida.

Con Información de Ernesto Peimberth