Hermosillo, Sonora.- Era 1972 cuando Sergio Galindo dejó la Facultad de Filosofía en la Universidad Autónoma de México (UNAM) para incursionar en el teatro, convirtiendo las artes escénicas en su medio de expresión para llevar las historias del noroeste al resto del país.
Se orilló a las artes escénicas por la influencia familiar, pues su hermano Octavio Galindo, reconocido actor de cine, teatro y televisión, fue su ejemplo: “En el 69 él estaba trabajando en Albañiles y yo llegué a estudiar filosofía en la UNAM, era la efervescencia misma después del 68, y la Facultad de Filosofía el centro del asunto”, recuerda Galindo.
- Hace 50 años
En ese momento, el dramaturgo tuvo que reconocer que su carrera implicaba tomarse horas de silencio, estudio y lectura, tareas que consideraba casi imposibles al vivir en un departamento por el que circulaban cientos de personalidades del medio artístico:
Te podría nombrar desde Óscar Chávez, Arturo Alegro, José Agustín, actores, cantantes y demás, entonces yo me dejé contaminar”, declara para TRIBUNA.
Sin embargo, su primera actuación ocurrió al lado del intelectual y poeta José Ramón Enríquez. La locura de los ángeles fue aquella obra en la que experimentó su debut actoral en 1972, para luego continuar su formación en lo que sus colegas llamaban “una persona del teatro”.
Su camino lo llevó de vuelta a su natal Sonora, donde siguió aprendiendo con el apoyo del primer actor Jesús Ochoa. Cabeza para el ganado fue su primer texto, el cual escribió para el Comité de Fomento Ganadero por petición del ingeniero Miguel Cruz Ayala, para enseñar por medio del teatro nuevas técnicas de pastoreo a pueblos y pequeños ganaderos, cuyos recursos estaban en peligro.
Galindo escribió anteriormente poemas y cuentos para revistas, considera que fue esta actividad la que cimentó sus bases en la dramaturgia: “Me senté a escribir por primera vez y fue una sorpresa porque logré comunicarme maravillosamente con esa gente. Mi gran preocupación era que no solo había que transmitir el mensaje que Miguel quería”, señala el actor, pues en ese momento su tarea era “traer las voces de su infancia”, con ese ritmo, sentido del humor y gran energía llenas de regionalismos que caracterizan al sonorense.
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Fue mi nacimiento como dramaturgo y el de Jesús Ochoa como actor, yo lo rescaté de la Escuela Normal del estado”, bromea Galindo.
- Momento crítico
Con su carrera en progreso, llegó al hermosillense de ahora 70 años la incesante necesidad de desahogar los recuerdos de su infancia, y así surgió Bajo el Agua. Y es que en los años sesenta una serie de inundaciones crearon la presa Plutarco Elías Calles sobre los antes pueblos de Batuc, Tepupa y Suaqui.
La trilogía compuesta por Agua pasa por mi casa, Más encima… el cielo y El último vaquero narran las historias de quienes se vieron afectados por aquel desastre natural: “Más encima… el cielo se trata precisamente sobre la inundación, una pareja de viejos que no quieren salir de su casa y tienen el agua en la puerta. Es una historia de amor y resistencia muy conmovedora, una obra con la que yo comprobé lo que sospechaba: los regionalismos no son de ninguna manera un obstáculo para que el público entienda tus emociones”, dice el autor de la saga.
Fue un golpe terrible a mi candidez de adolescente, sentí en lo hondo de mi alma muchísima impotencia, que se duplicó porque todo el mundo alrededor festejaba el progreso de la nueva presa y nadie se ocupaba de aquellos hombres y mujeres que habían perdido todo”.
- Logros alcanzados
Al día de hoy el dramaturgo puede presumir de haber alcanzado sus objetivos dentro del teatro. En 2016, recibió la Medalla Xavier Villaurrutia que le otorgó Bellas Artes por su contribución al teatro nacional; su obra Huevos rancheros, conocida por ser una farsa norteña cumple 28 años en cartelera este 2022; hace tres años lograron el rescate de un edificio centenario en Hermosillo para convertirlo en el primer Centro Cultural de la ciudad, llamándolo El Mentidero, donde ahora presentan sus obras; Galindo pertenece y escribe para el Sistema Nacional de Creadores y finalmente pero no menos importante, comparte su legado artístico con su familia. Ante tanta dicha, el dramaturgo solo tiene que decir:
Gracias por llegar a estos 50 años conmigo”.