Estados Unidos. - Más grande y más largo no siempre es mejor. Un buen ejemplo: Freud's Last Session, la fastuosa película basada en una modesta obra de teatro off-Broadway que cautivó al público de teatro hace una década. El dramaturgo Mark St. Germain trabajó con el director Matthew Brown (The Man Who Knew Infinity) para remodelar su drama de dos personajes sobre una conversación imaginaria entre Sigmund Freud y C.S. Lewis mientras debaten la existencia de Dios. Ese intercambio provocador sigue en la película, y a veces chisporrotea, gracias a las actuaciones de Matthew Goode como Lewis y, especialmente, Anthony Hopkins como Freud. Pero el corazón de la historia se ve constantemente socavado por un exceso de apartes sobre las experiencias de Lewis en la Primera Guerra Mundial, la relación altamente cargada de Freud con su hija Anna y varias otras subtramas.
La película Freud's Last Session, dirigida por Matthew Brown, se basa en una obra de teatro del dramaturgo Mark St. Germain que cautivó a la audiencia de teatro hace una década. La trama gira en torno a una conversación imaginaria entre Sigmund Freud y C.S. Lewis mientras debaten la existencia de Dios. A pesar de las actuaciones destacadas de Matthew Goode como Lewis y Anthony Hopkins como Freud, la película se ve afectada por un exceso de subtramas que desvían la atención de la conversación central.
En un intento de expandir la trama, la película incorpora una serie de subtramas, incluyendo flashbacks sobre la vida de Lewis, la relación de Freud con su hija Anna, las experiencias de Lewis en la Primera Guerra Mundial y su amistad con J.R.R. Tolkien. Si bien estas historias pueden ser interesantes en sí mismas, contribuyen a la sensación de que la película está sobrecargada de información que distrae de la conversación filosófica central.
Uno de los principales desafíos de la película es su narrativa no lineal, que alterna entre diferentes momentos en la vida de los personajes. Si bien este enfoque puede funcionar en algunas películas, en Freud's Last Session parece restar valor a la trama principal. La historia central se desarrolla en septiembre de 1939, justo después de la invasión de Polonia por Hitler. Freud llegó a Londres un año antes, después de la entrada de los nazis en Viena. Lewis, un profesor de Oxford que recientemente ha abrazado el cristianismo, busca debatir con Freud sobre la religión, aprovechando la fragilidad del psicoanalista debido a su enfermedad terminal.
Sin embargo, la película se aleja de esta conversación central para explorar diversas subtramas que no siempre están relacionadas de manera coherente con el diálogo filosófico. Estas subtramas incluyen flashbacks a la infancia de Freud y Lewis, las experiencias de Lewis en la Primera Guerra Mundial y su relación con la madre de un compañero caído en batalla. También se exploran las relaciones personales de Freud, incluyendo su hija Anna y su conflicto sobre la homosexualidad.
A pesar de estos obstáculos narrativos, la película tiene momentos destacados. Las conversaciones entre Freud y Lewis siguen siendo estimulantes, y las actuaciones de Matthew Goode y Anthony Hopkins aportan profundidad a sus respectivos personajes. Hopkins, en particular, ofrece una interpretación sobresaliente del psicoanalista. La película también se beneficia de una excelente cinematografía, diseño de producción y banda sonora.
En resumen, Freud's Last Session lucha con una narrativa sobrecargada de subtramas que desvían la atención de la conversación central entre Freud y Lewis. Aunque presenta momentos destacados y actuaciones sólidas, la película se ve obstaculizada por su enfoque no lineal y la inclusión de historias secundarias poco relacionadas. A pesar de sus desafíos, la película sigue siendo una exploración intrigante de las ideas filosóficas y religiosas.