Estados Unidos. - Es difícil generar intriga cuando ya conocemos el destino oscuro de un personaje, y eso es exactamente lo que enfrenta Los Juegos del Hambre: La Balada de los Pájaros Cantores y las Serpientes. La película, una precuela de la exitosa serie basada en las novelas de Suzanne Collins, explora los orígenes del infame Coriolanus Snow, interpretado con escalofriante autoridad por Donald Sutherland en las películas anteriores.
La trama se desarrolla 64 años antes de los eventos de la trilogía original, centrándose en un joven Snow (Tom Blyth) mientras se embarca en una odisea que lo llevará de ser un estudiante con un corazón aparentemente amable a convertirse en el malvado líder que los fanáticos conocen. Sin embargo, esta precuela parece carecer de razones convincentes para existir más allá del atractivo de explotar el éxito de la franquicia.
Una de las debilidades notables de la película es su incapacidad para ofrecer una acción convincente en la arena de combate mortal, una característica distintiva de las entregas anteriores. La violencia es llevada a cabo por personajes poco dibujados y diversificados, identificables principalmente por discapacidades o grados de brutalidad. Viola Davis, a pesar de su talento, no logra añadir el toque necesario como la doctora malévola con una peluca aterradora, un ojo azul hielo y un maquillaje extravagante.
La película tampoco logra replicar el coraje natural y carisma que Jennifer Lawrence aportó a la serie como Katniss Everdeen. La nueva heroína, Lucy Gray Baird (interpretada por Rachel Zegler), intenta llenar esos zapatos, pero la historia se siente hinchada y carece de las poderosas emociones que definieron a Katniss.
El conflicto moral de Snow y su crecimiento son elementos clave, pero la ejecución se siente torpe y predecible. La relación entre Snow y Lucy Gray está trazada de manera tan obvia que la traición inevitable carece de impacto emocional.
La dirección de Francis Lawrence mantiene una energía frenética en la arena, pero la falta de dimensión en los concursantes y el enfoque en los elementos de formación moral de Coriolanus no compensan la carencia de la intensidad visual y emocional de las entregas anteriores.
A pesar de los esfuerzos de Tom Blyth por dar vida al joven Coriolanus, el personaje no logra llenar el vacío dejado por Jennifer Lawrence. La partitura de James Newton Howard y las canciones de Lucy Gray son puntos destacados, pero no son suficientes para elevar significativamente la película.
En resumen, Los Juegos del Hambre: La Balada de los Pájaros Cantores y las Serpientes carece de la frescura, la emoción y el impacto de las entregas anteriores. La película se siente más como un intento de capitalizar el éxito pasado que como una adición valiosa a la historia de Panem.
Fuente: Tribuna