Londres, Inglaterra.- Nacer en uno de los palacios más famoso del mundo, rodeado de oro por donde se le viera y con cientos de sirvientes, suena al sueño de cualquier persona, sin embargo, para el Rey Carlos III esto significó el inicio de una vida llena de presión por tratarse del nuevo heredero a la corona británica, al ser el primer hijo de la entonces futura Reina Isabel II, hecho que lo perseguiría para toda la vida.
El Príncipe Carlos Felipe Arturo Jorge Windsor nació durante la jornada del 14 de noviembre de 1948 y ni bien llegó al mundo lo separaron de su madre, la joven Isabel, para ser presentado frente a su abuelo, el entonces Rey Jorge VI y su abuela, la Reina Consorte Isabel. Según se dice, el primero en hablar al ver al pequeño, fue el secretario particular de la reina, Thomas Harvey, quien describió su cabeza como de "plastilina".
En aquel momento, Thomas declaró que aunque tenía dos horas y media de haber nacido, el mundo entero lo estaba observando, aunque con afecto. El secretario no estaba tan equivocado, muchas personas observarían a aquel bebé no solo en aquella ocasión sino por el resto de su vida. Si bien, cualquiera podría creer que crecer en una de las familias más adineradas e influyentes del mundo sería lo mejor que podría ocurrirte, la realidad es que para Carlos fue todo lo contrario.
Su padre, Felipe, el Duque de Edimburgo, lo educó con mano dura y sumamente exigente, intentó enseñarle a cazar, disparar y nadar, sin embargo, si el príncipe se comportaba de una manera que no consideraba apropiada o débil, el esposo de Isabel le hacía saber su descontento a través de comentarios hirientes o sarcásticos, hecho que marcó notablemente a Carlos. Las cosas con su madre tampoco fueron las mejores, puesto Isabel se volvió cada vez más ausente por su rol de Reina, por lo que todas las decisiones importantes debía tomarlas Felipe.
Carlos hizo especial hincapié sobre su dura infancia cuando lanzó su propia autobiografía con Jonathan Dimbley, dicho autor entrevisto a algunos amigos del entonces príncipe, quienes recordaron que Carlos "estaba totalmente intimidado por la enérgica personalidad de su padre". La prima de Carlos, Pamela Hicks llegó a mencionar que sentía especial pena por Carlos a quien describió como un niño tímido e inseguro.
Ella relató una anécdota en el que fueron a una comida en Broadlands, en casa de Louis Mountbatten, tío de Felipe, donde sirvieron fresas silvestres, en aquella ocasión, el pequeño Carlos le estaba quitando el tallo a su fruta, cuando Edwina Mountbatten le llamó la atención y le dijo que no era necesario quitarlo, ya que podía tomar sus fresas de ahí y sumergirlas en azúcar; minutos después el pequeño niño estaba "intentando colocarle de nuevo los tallos a las fresas", lo que le pareció muy triste.
Fuentes: Tribuna