Ciudad de México.- Lunes por la mañana, 7:30 a. m.: es hora pico y el autobús está atascado en el tráfico. ¡Definitivamente llegarás tarde a la oficina! El martes por la mañana, a la misma hora, esta vez estás en el metro. El tren está abarrotado, hay mucho ruido, hace calor, apenas tienes espacio para respirar... En definitiva, el día empieza muy mal.
El punto común entre estas situaciones (¡común a cualquier hora del día!) es por supuesto el estrés. Poco a poco aumenta y amenaza con convertirse en un ataque de ansiedad. ¿Cómo podemos gestionar mejor estos tiempos difíciles? Sofrología, meditación mindfulness, coherencia cardíaca … Las terapias alternativas y complementarias ofrecen soluciones y ejercicios concretos con el objetivo de relajarse rápidamente… y sin tomar medicación.
El cerebro no diferencia entre lo que nos decimos a nosotros mismos y la realidad. Si me siento en una silla, en mi cocina, y pienso en un recuerdo feliz, me sentiré feliz; si pienso en un recuerdo triste, me sentiré triste. Sin embargo, la situación no ha cambiado: ¡todavía estoy sentada en mi cocina!
- Gestionar la impaciencia
Cierra los ojos, mantén la espalda recta y dirige tu atención a cada parte de tu cuerpo, comenzando por la parte superior de tu cabeza. ¿Hay tensiones? ¿Es doloroso, pesado, atascado? Continúa con la frente, párpados, mejillas, mandíbula, nuca, nuca, codos, antebrazos, espalda, pecho… hasta la punta de los dedos de los pies. Ten cuidado de no fijarte un objetivo concreto: si las tensiones se resuelven, mucho mejor, en caso contrario, simplemente sé consciente de ello.
También puedes visualizar así una pluma acariciando cada parte de tu cuerpo, o un hilo de agua fría que fluye lentamente desde arriba (la cabeza) hasta abajo (los talones), a lo largo del columna vertebral.
- Liberar la ira
Este ejercicio de sofrología tiene como objetivo restaurar la calma interior, ¡en la medida de lo posible! Te permite liberar la agresividad y esperar con más calma... mientras esperas que la situación mejore. Cierra los ojos, la espalda recta y las manos abiertas. Inhala profundamente por la nariz, expandiendo tu estómago. Aguanta la respiración durante unos segundos; tampoco se trata de asfixiarse, debes permanecer cómoda. Luego sopla durante mucho tiempo por la boca, como con un popote. Visualiza humo gris, opaco (o rojo) viajando a lo largo del camino natural del aire.
Fuente: Tribuna Sonora