Ciudad de México.- Durante la jornada de este sábado, 11 de marzo, trascendió la noticia del fallecimiento del primer actor, Don Ignacio López Tarso, quien es recordado por su participación en cintas de culto como Macario, Cri-Cri: El Grillito Cantor, Días de Otoño, El gallo de oro, Los albañiles, entre muchas otras cintas. Si bien, muchos lo recordarán por su contribución al cine de oro mexicano, algunos otros lo harán por su participación en melodramas como Imperio de Cristal, Ángeles Blancos y Derecho de nacer; sin embargo, antes de ser el gran histrión que todos conocían, Ignacio tuvo una vida de película.
Aunque todos lo conocían como Ignacio López Tarso, su verdadero nombre era Ignacio López López, quien nació el 15 de enero de 1925, en la Ciudad de México. Era hijo de Alfonso López Bermúdez e Ignacia López Herrera; sin embargo, la vida del pequeño tendría todo menos tranquilidad, ya que, sus primeros años se caracterizaron por las constantes mudanzas de su familia; fue así como el actor vivió en Veracruz, Sonora, Navojoa y Jalisco.
Fue en Guadalajara, donde el pequeño Ignacio tuvo su primer acercamiento a la vida artística, esto debido a que acudió a una función de teatro en una carpa, hecho que lo dejó completamente fascinado. Aunque muchos pensarían que fue ahí donde decidió lo que haría con su vida, la realidad es que esto no fue así. Más tarde, el futuro histrión viajó en compañía de su familia Valle de Bravo, en el Estado de México, donde por problemas económicos tuvo que dejar la secundaria; sin embargo, él quería seguir estudiando, por lo que tomó una decisión radical.
Resulta ser que un sacerdote le recomendó entrar a un seminario para que pudiera seguir estudiando, y aunque él no tenía vocación religiosa tuvo que hacerlo, por lo que entró al Seminario Menor de Temaslacingo, en la entidad mexiquense. Luego de un tiempo, López fue enviado al Seminario Conciliar de México en Tlalpan, en la Ciudad de México, pero como se mencionó antes, su anhelo no era ser padre de una iglesia, por lo que terminó por dejar este camino.
Para el año 1945, a la edad de 20 años, Ignacio se marchó a cumplir con su servicio militar en el cuartel de Querétaro, donde estuvo por más de 1 año, luego de ello fue enviado a los regimientos de Veracruz y Monterrey. Su talento para la milicia fue tal que no tardó en convertirse en Sargento Primero e incluso captó la atención de un cargo destacado, quien le ofreció ayuda para que ingresara al Colegio Militar, pero Ignacio tampoco tenía vocación de soldado, así que declinó.
Tras ello, unos amigos del actor lo convencieron para viajar de braceros a Estados Unidos, esto con la finalidad de trabajar en las cosechas de uva y naranja, en California. Con la promesa de regresar a México con mucho dinero, Ignacio se marchó al país del norte, pero lamentablemente terminó por caer de un naranjo cuando estaba trabajando; lo peor fue que aterrizó sobre unas cajas lo que lo llevó a lastimarse su espina dorsal que por poco lo dejó paralizado, por lo que tuvo que regresar al país en tren y con solo 20 dólares en la bolsa.
El periodo de recuperación de Ignacio tardó alrededor de 1 año, por lo que se vio obligado a guardar reposo; sin embargo, el anhelo de el futuro actor por superarse era grande, motivo por el que a los 24 años ingresó a la Academia de Arte Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) donde por fin, logró dedicarse a su verdadera y única vocación: La actuación. El resto, es historia...
Fuentes: Tribuna