Ciudad Obregón

Entrevista con Mara Romero: La Letra Escarlata y la verdadera reinserción social

La voz de Mara Romero no tiembla cuando habla de dolor, pero se quiebra un poco cuando menciona esperanza. Dos décadas dentro de las cárceles le han dado la certeza de que la cultura, la educación y la salud mental pueden abrir una rendija de luz donde parece no haber salida

Entrevista con Mara Romero: La Letra Escarlata y la verdadera reinserción social
Entrevista con Mara Romero: La Letra Escarlata y la verdadera reinserción social Foto: Cortesía

Ciudad Obregón, Sonora.- Durante 20 años, Mara Romero ha cruzado las puertas del Centro de Reinserción Social (Cereso) de Ciudad Obregón con una certeza: la cultura, la educación y la salud mental pueden transformar vidas incluso en los lugares más oscuros. Con La Letra Escarlata, ha acompañado a cientos de mujeres privadas de la libertad en un camino que va del arte a la capacitación, del estudio formal al trabajo con sus heridas más profundas.

Hoy, frente a un nuevo perfil de internas marcado por la violencia, las adicciones y la maternidad temprana, Romero ha decidido dar un paso más: fortalecer el vínculo madre-hijo y abrir espacios que devuelvan a las mujeres la posibilidad de reescribir su historia. Con la voz firme y la mirada puesta en lo que aún falta, habla de un modelo de trabajo que, asegura, no termina en las rejas de la prisión. En entrevista con TRIBUNA, Romero compartió los tres nuevos proyectos en los que está trabajando, para ayudar a lograr una verdadera reinserción social.

Mara, ¿por qué es importante hablar del campamento que recién organizaste?

"Fue muy importante porque fue un campamento único, nunca antes visto en México. Se realizó hace apenas un mes y me dio la pauta para una serie de dinámicas que van a ampliar el trabajo que ya estamos haciendo. Fue un campamento cultural enfocado en la convivencia de madre e hijo dentro del Cereso.

Durante 27 horas, los niños estuvieron con sus madres, durmieron con ellas, jugaron, participaron en actividades diseñadas para reforzar ese vínculo. Fue un experimento que vino a darme un sacudidón, porque pude ver de cerca la necesidad enorme que tienen los niños y las internas de ese contacto".

El campamento es el único que se ha realizado en México
El campamento es el único que se ha realizado en México

¿Por qué ese sacudidón?

"Porque me hizo mirar el nuevo perfil de las mujeres que tenemos en el Cereso. Llevo 20 años con el proyecto La Letra Escarlata, entrando y saliendo de cárceles en Sonora, sobre todo en la de Ciudad Obregón. En ese tiempo, la violencia ha crecido en todo México, y también dentro de la población penitenciaria.

Hace diez años las internas eran jóvenes, muchas ligadas al crimen organizado, novias de capos. Ahora, en cambio, tengo a las hijas de esas mujeres, pero ya no como novias: ellas mismas son narcomenudistas. Son el daño colateral de esa incorporación de las mujeres al mercado de las drogas.

Y lo más grave: casi todas son madres de más de un niño. Al entrar al Cereso, dejan a sus hijos con quien puedan, muchas veces con abuelas que también son adictas. Algunas incluso me han entregado a sus hijos para que yo los canalice al Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Ahí ves la violencia de generación en generación.

El daño viene de generación y esa es la cara de la violencia que tenemos ahorita. Entonces, es muy grave. Estas muchachas se recuperan porque son jóvenes; su cuerpo se recupera, pero su mente ya no. Hay un déficit de atención, porque la droga es muy barata y la droga es muy cabrona que tenemos ahorita. Ya no quedas igual. Engordan, pero su cabeza ya no es la misma".

¿Cómo cambia esto tu manera de trabajar en La Letra Escarlata?

"Al principio nuestro trabajo era literatura, danza, teatro, música. Pero hace 5 años entendí que eso no era suficiente. La cultura es indispensable, porque la cárcel te deshumaniza, y el arte mantiene viva el alma. Pero yo soy realista: esas mujeres no van a salir bailando ni actuando. Necesitan herramientas.

Por eso incorporamos talleres de capacitación: manicure, pedicure, barbería, cuidado de la piel… cosas que les den una habilidad concreta. También gestionamos becas: el gobernador acaba de autorizar 45 becas de preparatoria. Ya tenemos una segunda generación de internas estudiando.

De la primera generación, cuatro ya están en la universidad, una en Derecho y tres en Administración, con promedios arriba de 90. Imagínate: van a salir incluso con maestría. Eso sí tiene sentido".

Mara Romero ha dedicado más de 20 años a La Letra Escarlata
Mara Romero ha dedicado más de 20 años a la Letra Escarlata

Pero dices que aun así no es suficiente… ¿Por qué?

"Porque cuando estás en un aula con cuarenta mujeres y descubres que un 70 por ciento fue abusada por un familiar, que un 50 por ciento tiene madres vinculadas con las drogas y que la mayoría empezó a drogarse a los 12 años, te das cuenta de que la herida es más profunda.

No basta la escuela, ni la capacitación, ni la cultura. Hay una fractura en el alma. Y mientras no trabajemos en eso, no podemos avanzar.

Por eso estoy lanzando tres proyectos nuevos:

  • Salud mental, con constelaciones familiares y atención psicológica clínica real, no solo pláticas.
  • Proyecto de paz dentro del Cereso, para reducir la violencia interna.
  • Puertas de libertad, que es literatura y comunicación: escribir cartas a sus hijos, trabajar con su niño interior, enviar audios a los pequeños".

Mara, mencionaste que lo tuyo no es un proyecto, sino un modelo de trabajo. ¿Qué significa eso?

"Porque la gente me dice: 'qué bonito tu proyecto Y yo siempre les contesto: La Letra Escarlata no es un proyecto, es un modelo. Un proyecto termina, tiene un principio y un fin; en cambio, un modelo se replica, se adapta, se sostiene en el tiempo. Llevo 20 años trabajando con este modelo y no pienso soltarlo. Es la suma de cultura, educación, capacitación, salud mental y vínculo familiar. Es integral".

¿Qué tan difícil ha sido mantener este trabajo durante tanto tiempo?

"Muy difícil. A veces me pregunto cómo he podido. Han sido años de tocar puertas, de insistir, de escuchar mil veces que'no'. Pero también ha habido milagros: gente que cree, instituciones que ayudan. A mí lo que me sostiene son ellas, las mujeres. Cuando las veo escribir una carta a sus hijos, cuando terminan la prepa con orgullo, cuando me dicen que sueñan con una vida distinta… eso paga todo el esfuerzo".

Mara Romero ha dedicado más de 20 años a La Letra Escarlata
Mara Romero ha dedicado más de 20 años a La Letra Escarlata

¿Qué es lo que más te preocupa de la situación actual?

"Me preocupa la repetición de patrones. Me preocupa que las hijas de las internas ya están entrando a la cárcel. Me preocupa que la violencia y la droga sean una herencia. Por eso lucho tanto con el tema de los hijos. Porque el sistema castiga a la mujer, la encierra, la separa de sus niños, pero no hay programas reales que atiendan a esos pequeños. El campamento fue un ejemplo de lo que se puede hacer: devolverles, aunque sea por unas horas, a su mamá".

¿Y qué te dejó ese campamento personalmente?

"Me dejó ver que estoy en el camino correcto. Me reafirmó que la cultura sí sana, que la educación sí transforma, pero que la conexión madre-hijo es sagrada. Ahí está la raíz de todo. Ver a los niños dormir junto a sus madres, abrazarlas, reír… fue un regalo. Me conmovió hasta las lágrimas. Y también me dolió, porque sé que después de esas 27 horas volvieron a separarse".

¿Cómo hacer para entender a los de afuera que es necesaria la reinserción social, que es de entender la importancia de la reinserción social?

"La verdadera reinserción social significa no ser indiferentes. Conversaciones como la que tenemos ahora son una ventana para mirar la otra parte de la cárcel. Yo sé dónde estoy y nadie me tiene que contar lo que ocurre dentro. He visto pasar a gobernadores, presidentes municipales, directores con actitudes psicopáticas, secretarios de seguridad pública, coordinadores… todos los colores han desfilado frente a mí. Y mientras no se tome en serio, nada cambiará.

Lo que hacemos aquí no es solo por las mujeres privadas de la libertad. También lo hago pensando en mi familia. Tengo dos nietos que no viven aquí y, cuando vienen a visitarme, me da miedo. Yo quiero que mi hijo pueda salir en la tarde o en la noche sin problema. Por eso insisto: esto no es solo por ellas, es por la sociedad.

Si estas muchachas han sido víctimas, no es tu culpa, no es mi culpa, no es la culpa de la sociedad. Pero las consecuencias de sus errores las estamos pagando todos. Porque si ellas salen sin preparación, lo hacen con una furia acumulada. En cambio, si salen sanando, con opciones reales, con un verdadero empujón, entonces sus hijos también tendrán la posibilidad de retomar un camino distinto.

De lo contrario, esos niños, que muchas veces crecen rodeados de violencia y terminan convertidos en pequeños sicarios, seguirán lastimándonos. Por eso insisto: este trabajo se hace por ellas, sí, pero sobre todo por nosotros como sociedad. Porque si no, esto nos va a devorar.

Hoy tengo mujeres durmiendo en el piso. La situación en las cárceles no se va a resolver sola. Lo que buscamos es que ellas se integren realmente, que no vuelvan, y que cuando salgan, se lleven a sus hijos a la parte buena que descubrieron aquí dentro.

Esto es serio. Es un tema que todas las autoridades deben asumir, no solo la Secretaría de Seguridad Pública ni el Sistema Estatal Penitenciario. También los activistas, los colectivos, los ciudadanos. La reinserción social nos corresponde a todos".

Mara, tu labor con las mujeres privadas de la libertad implica darles muchas herramientas. Pero, ¿cómo ha sido esa transformación en tu propia vida?

"Ha sido un camino muy fuerte, sobre todo en lo familiar. Me costó con mi hijo; siento que le quité tiempo cuando era más pequeño. Afortunadamente, hoy creo que ya lo entiende, y sé que ese mismo sentido de justicia que me mueve es algo positivo que también le estoy dejando.

Yo llegué con muchas ideas: escribía versos, interpretaba a Frida, siempre quise dar mucho. Desde antes ya estaba en el activismo, más enfocado en lo cultural, pero aquí comprendí lo que significa realmente tener sobre los hombros la vida de tantas personas. Porque una puede cansarse, enojarse o sentirse derrotada, pero de pronto recuerdas que hay mujeres que dependen de ti, y eso no te permite rendirte.

Han sido tantos años que terminé modificando mi manera de vivir. A veces hasta me siento culpable de lo que tengo, sabiendo que con tan poco puedo hacer mucho. He puesto en riesgo mi salud, he cargado culpas, he vivido duelos. Cuando murió mi hermano en el Covid, sentí una traición de Dios; yo nunca le pedía nada, solo le decía: "ayúdame a tomar buenas decisiones". Y esa pérdida me quebró. Me ha tomado mucho tiempo entenderlo y hasta hoy estoy en pausa con Dios. Es como cargar una mochila pesada de dolor que a veces logro soltar y a veces no.

También he aprendido que no se puede separar el personaje que todos imaginan de la persona real que intento ser. Aprendí a vivir con menos, a ser más valiente, a perdonar. Porque escucho historias terribles de mujeres que fueron abusadas por un tío y a quienes sus madres no les creyeron; y luego ves a esas madres destruidas por la prostitución o las drogas. Y entiendes que este es un caos, pero también ves cómo esas mujeres logran perdonar. Entonces me pregunto: ¿quién soy yo para juzgar?

Mi vida ha sido fantástica a pesar de todo. Y si tengo esta fuerza, este carácter, es por algo. Quizá yo debía estar aquí. No sé qué hubiera sido de mí sin el Cereso, porque este lugar me exprime al máximo. Llego a casa agotada, pero al día siguiente vuelvo a empezar. Y, aunque parezca extraño, soy feliz en la cárcel. Ahí he visto cómo las ideas se convierten en proyectos, cómo las mujeres mismas generan propuestas, cómo se apoyan entre ellas para crecer.

Lo más poderoso es ver a las muchachas que estudian, que se preparan, que están listas para transformar el sistema penitenciario desde dentro. Yo no creo que alguien pueda hablar con tanta experiencia como ellas, porque son quienes han vivido el infierno y lo han enfrentado con valentía. Son la nueva fuerza. Ellas son las que seguirán mi trabajo.

Estoy convencida de que esto que hacemos hoy dará frutos. Que esas mujeres que estudian Derecho o que se forman en terapia serán las que continúen con este movimiento. Porque yo no voy a estar siempre, pero ellas ya tienen lo más importante: la vivencia, el barrio, los ojos que yo no tengo. Esa es mi mayor ilusión y mi fe: que serán ellas quienes logren el cambio profundo que tanto necesita el sistema penitenciario".

¿En qué cree Mara Romero después de tantos años de trabajo en el Cereso?

"Yo creo en la justicia, pero en una justicia con humanidad. Creo que lo que estamos haciendo es muy importante, porque es la manera de evitar que la violencia se nos regrese, que esa pelota no se devuelva. Yo quiero un mejor Cajeme. Yo creo mucho en mi ciudad, creo en la gente buena que hay aquí.

La letra escarlata no es solo un proyecto: es un modelo de trabajo que ha salido adelante gracias a muchas personas que han volteado a vernos. La gente debe saber que nunca habrá dinero que alcance para mantener una cárcel. Pero también deben saber que hay más personas de las que se imaginan que sí quieren cambiar, que solo están esperando una oportunidad. Y ahí es donde entramos nosotros".

Navaja verde o negra de Mara Romero

"El libro acaba de salir en mayo y, hasta ahora, todavía no comienzo la gira. Estoy esperando que pase el calor. Antes de esto, estuvo en México con siete presentaciones. Me editó Penguin Random House y es un libro muy potente, muy fuerte, muy poderoso. Habla de historias, algunas de los casos más intensos que viví en el Cereso. No son testimonios directos; es literatura basada en la realidad.

Está a la venta en todo México, en todos los Gandhi, en todos los Sanborns, y también en Amazon, nacional e internacional. El libro se ha agotado dos veces y ya está disponible nuevamente. Va muy bien en ventas, y todavía no empiezo la gira. Para mí, escribir este libro fue un exorcismo emocional. Publicarlo no me quita el sueño, porque mi pasión y mi vida están en la cárcel.

Empecé a escribir porque siempre he sido escritora; era una necesidad personal. Tenía casi un libro completo y, en un inicio, no me interesaba publicarlo. El año pasado, por consejo de mi psicóloga, entendí que no podía quedarme solo en la cárcel: debía integrarme, buscar a mis amigas y compartir mis experiencias. Me invitaron a un encuentro de escritores y alguien leyó un texto que había escrito; ese texto terminó siendo el que abre el libro.

La escritura surgió en un momento muy complejo de mi vida. Cuando murió mi hermano, se me vino encima todo el mundo: coincidió con que mi padre sufrió un agravamiento del Alzheimer, y también me di cuenta del nuevo perfil de la cárcel en los últimos tres años. Fue demasiado; sentí que no podía más. Me encerré y escribí, porque veía cómo muchas muchachas se perdían después de salir: la libertad, sin preparación ni apoyo, las estaba destruyendo. No era la cárcel ni el pasado lo que las mataba, sino la falta de herramientas para enfrentar su libertad.

Encontré un tono que reflejaba mi rabia y mi frustración: hice todo lo que, en mi percepción, debió haberse hecho por ellas. A veces, ese tono es cruel, porque refleja la intensidad de lo vivido, pero es necesario. La mitad del libro, la primera y la última historia, están basadas en hechos reales, aunque adaptadas con literatura, sin ser la historia exacta de nadie.

El libro me ayudó a sanar. La editorial me pidió más material y, aunque no escribo por encargo, les envié todo lo que había acumulado. De ahí surgió Navaja verde o negra, cuyo título proviene de un poema y refleja fragmentos de realidades que viví en la cárcel. La portada es hermosa: una mano con un pájaro que no sabe si está dormido o muerto, simbolizando la libertad. Son historias duras, sí, pero también llenas de vida.

Mi libro busca mostrar la realidad de estas mujeres y abrir los ojos de quienes no conocen ese mundo. Es literatura, pero también es un acto de justicia y de memoria. Cómprenlo, léanlo y compartan estas historias".

Navaja verde o negra de Mara Romero
Navaja verde o negra de Mara Romero

Perfil

  • Mara Romero García nació en Ciudad Obregón, Sonora (1962) y se ha destacado como poeta, narradora, promotora cultural, actriz y coreógrafa.
  • En 2015, ganó el Premio Nacional de Cuento Nezahualcóyotl por su libro De la nostalgia y otros vampiros
  • En 2022, Mara Romero fue nombrada Ciudadana Distinguida de Cajeme, en honor a su impacto cultural y social
  • La Letra Escarlata es un modelo integral que inició en Ciudad Obregón hace más de 15 años, enfocado en mujeres privadas de la libertad en Ceresos de Sonora (incluyendo Cajeme, Huatabampo, Hermosillo y Navojoa)
  • Dentro del Cereso de Ciudad Obregón ha surgido el único ballet penitenciario femenino del país, llamado Tetabiakte, conformado y dirigido por las mismas internas

Fuente: Tribuna del Yaqui

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