Habitamos una zona desértica y el país sufre una severa sequía desde hace varios meses, por lo que 2022 pinta para ser uno de los peores años en cuanto a abasto de agua se refiere.
Pero esto no es nuevo, el drama del agua en México y en Sonora lleva muchos años, un problema en donde se mezclan varios factores, sectores y autoridades que poco y nada han hecho para revertirlo.
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Tan cierto es que grandes empresas han extraído enormes volúmenes del líquido sin adecuadas regulaciones ni cobros, también lo es que las autoridades federales han solapado estos comportamientos por los beneficios políticos y económicos que representan.
Al tiempo, es conocido cómo otros sectores como el turístico y agrícola se caracterizan, en algunos casos, por ser extractivos al extremo sin regulaciones, ni candados. Todo como resultado de un régimen laxo de décadas.
En el caso de las ciudades, los organismos de agua han sido usados como cajas chicas de los ayuntamientos y, por ende, se caracterizan por ser un síntoma de corrupción y manejos irregulares, que al final repercuten en la calidad del servicio y la infraestructura.
El abasto de agua de calidad, a precios adecuados y el manejo con asepsia es una quimera para los ciudadanos, quienes al final del día pagan los platos rotos de un esquema tiránico y sobreexplotador.
Hoy, los ayuntamientos de Sonora apostarán por que una empresa de oscuros antecedentes haga su trabajo y cobre a su nombre millones de pesos; que un tercero facture hasta el 30% de los ingresos y les suplante en sus obligaciones no les parece poco ético.
Las autoridades se han llenado la boca con conceptos como “recuperación del patrimonio hídrico”, “justicia”, entre otros, sin primero reconocer que el atolladero en que se encuentran los organismos del agua se debe a un manejo pobre, irregular y corrupto durante años.
Y así, pese a la severa crisis, nadie asume sus responsabilidades.
@cmtovar