La alineación de los partidos políticos está cambiando, está viviendo un reacomodo insólito. Los últimos meses mujeres y hombres dedicados a la vida pública han cambiado de filiación partidista en el contexto del reparto de candidaturas, algunos se fueron inconformes por no ser elegidos en sus partidos de origen, otros más oportunistas por las posibilidades de ganar en la nueva mayoría que es Morena o quizás por algún otro motivo, partieron buscando y logrando acomodo en la autollamada 4T.
El fenómeno sin ser una novedad si se presenta como de mayor dimensión histórica, con el PRI y el PAN aliados hubo quienes dejaron sus filas debido a la exclusión de sus dirigentes que debieron ceder candidaturas al partido que siempre fue contrario en la boleta electoral.
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El PRD por su parte vive en plena debacle y nadie quiere tripular un barco que se está hundiendo, por eso hay sangrías que se van a alguno de los partidos nuevos o bien a Morena, el partido oficial y muy apetecible para muchos, precisamente por abrir las puertas a políticos importados de otras formaciones y que ya sufre por ese motivo fuertes pronunciamientos públicos a manera de protesta de muchos de sus militantes y algunas renuncias al partido.
La importación de Morena de un cuadro político muy cuajado que más malestar causó hacia el interior de este partido, sobre todo en su militancia base, fue María Dolores Del Río quien a la llegada de Ricardo Bours a MC con su inminente (en ese momento) candidatura a la gubernatura de Sonora y evidente control de esta institución política, María Dolores indiscutible líder de MC y que ya se sentía como la candidata a gobernadora antes de la llegada de Bours, decide migrar al proyecto electoral de Alfonso Durazo donde tiene asegurado integrar el gabinete del Gobierno del Estado en el dado caso de salir victorioso el candidato de Morena.
Dolores Del Río desde su llegada a esta estructura electoral de Durazo, ha logrado colocarse en una posición importante y cada vez va adquiriendo mayor relevancia, quizás más por la mediocridad abundante en ese equipo (con sus muy resaltables excepciones), más que por su propio virtuosismo, que sin duda María Dolores cuenta con una habilidad y olfato político bastante destacable, pero me parece que en esta ocasión no ha sido necesario emplearlos a fondo.
Las importaciones de cuadros muy oxidados como el beltronista Vernon Pérez Rubio, los exalcaldes de Guaymas y Nogales, Carlos “El Bebo” Zatarain (2003-2006) y Temo Galindo (2012-2015), que después aparecieron como candidatos a gobernadores del PES y RSP respectivamente, partidos aliados de Morena, con la esperanza o quizás la promesa de ocupar algún cargo en uno de los gobiernos morenistas, después de la elección.
Marco Antonio Andrade, abogado siempre ligado al PRI y que en su participación en la Comisión de Selección para integrar el Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción el 2017, su desempeño fue el de un cortesano al servicio del Gobierno del Estado, favoreciendo flagrantemente a participantes convenientes para este Gobierno e incluso solapando y avalando firmas falsificadas en las actas de sesión.
Todas estas importaciones sin la suficiente calidad en los filtros naturalmente tiene sus costos, el ejemplo más claro está en Nuevo León. La postulación reciente de la expriísta Clara Luz Flores se ha visto ya disminuida por un pasado en el que más allá de la mentira con el asunto de la secta NXIVM (se pronuncia Nexium), se plantea como una de las ofertas de mayor vulnerabilidad en el reclutamiento que realizó Mario Delgado, entre otras cosas, por temas que pudieran vincularla con actos de corrupción.
Daniel Baranzini y Norberto Barraza, dos personajes interesantes sin filiación política con cierta popularidad y prestigio entre la ciudadanía los hicieron a un lado en Morena para darle paso a candidatos que van por la reelección sin muchos méritos en su gestión.
Baranzini tuvo una relación cercana con Alfonso Durazo y se creía que podría ser el candidato a diputado federal en el Distrito IV por Morena, al final decidieron que Heriberto Aguilar fuese por la reelección en ese distrito y a Baranzini le ofrecieron la suplencia y después integrarse al Gobierno de Durazo (en caso de ganar) en el rubro agropecuario, no aceptó y partió a MC donde ahora es candidato a diputado federal en ese mismo distrito.
Norberto Barraza, era el funcionario público más querido por la ciudadanía y eficiente del Ayuntamiento de Hermosillo, declarado por la propia alcaldesa Célida López. Barraza siempre tuvo en la mira la candidatura a la alcaldía para 2021, pero Durazo decidió que Célida debía lanzarse por la reelección, a pesar de sus muy altos negativos. A Norberto le propusieron una candidatura para diputado local, no aceptó, lo sedujo el canto de las sirenas y decidió buscar la candidatura a la alcaldía en la alianza PRI/PAN/PRD, donde literalmente lo “chamaquearon” y quedó (hasta el momento) desactivado.
Perder a sus cuadros tiene un valor simbólico aunque no necesariamente en votos, porque el electorado sigue identificando mayoritariamente las siglas de Morena con el presidente López Obrador que sigue manteniendo una popularidad muy alta y por el que independientemente de quiénes y cómo sean e inclusive qué pasado tengan los postulados políticos importados de otros partidos por Morena, siguen apostando al llamado proyecto de transformación que ese partido fundado por el presidente tiene.
Lo que estamos contemplando en general es un pragmatismo extremo y el reacomodo que este proceso tendrá en el futuro político en nuestro estado y país entero, una nueva alineación que si bien puede ser en buena medida de algunos cuadros políticos emergentes, es decir, de una nueva clase política, aún así destacan como ya es notorio, aquellos que llegan del PRI, del PAN, MC e incluso del PRD a tripular el barco ganador.
Si los cuadros importados estarán más cerca del timón gubernamental que los emergentes, como se percibe hasta hoy, la pregunta sería, ¿cómo hacer algo diferente haciendo lo mismo y con lo mismo?
Fuente: Aarón Tapia