En 1924 la sucesión del Presidente Álvaro Obregón se tornó violenta por la rebelión encabezada por el secretario de Hacienda Adolfo de la Huerta marginado del proceso por el propio Presidente, que decidió en favor de su secretario de gobernación Plutarco Elías Calles.
Calles no pudo hacer nada para evitar la reelección de Obregón que derivó en el magnicidio del sonorense en julio de 1928.
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Calles ejerció como ex presidente la facultad de nombrar sucesor durante el llamado Maximato, impulsando a Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez y decidiendo la candidatura del PNR de Lázaro Cárdenas en 1934. A 100 años de Obregón y 90 de Cárdenas no se observa mucho cambio en el método de sucesión presidencial a pesar de las tensiones, los conflictos y el agotamiento del método.
La sucesión se le está calentando al presidente López Obrador a dos años y medio de la próxima elección presidencial,básicamente por las tensiones internas en su propio partido.
El decidir por encuestas para seleccionar candidaturas le está haciendo crisis, empezando por los aspirantes a las seis gubernaturas que estarán en juego el próximo junio. Como en Morena no cuentan con estructuras partidarias ni disciplina interna (dependen al 100% del ejecutivo), al presidente y a la dirigencia nacional se les ha hecho fácil — a pesar y por encima de sus estatutos— reducir el método sucesorio a encuestas raras y misteriosas, que les dejan más rupturas e inconformidades que unidad interna.
Vuelven a repetir los errores que siempre — como opositores— estuvieron criticando y señalando a sus adversarios: candidatos favoritos de las cúpulas, parientes, paisanos o socios políticos cercanos. Y en el método de sucesión presidencial, nada nuevo: López Obrador repite los otrora criticados dedazos del pasado.
Ya el coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, protestó diciendo que no está de acuerdo con la decisión anunciada —por el propio presidente— de que la candidatura presidencial del 2024 en Morena se va a decidir por una encuesta, y manifiesta que él de todos modos va a estar en las boletas electorales en 2024.
Tampoco está de acuerdo Monreal con que la sucesión se haya adelantado tanto, en vista de que algunos de los mencionados desempeñan altas responsabilidades que los pueden distraer.
El presidente revira y —confundido— dice: “ya no estamos en los tiempos de Porfirio Díaz, donde las cosas no se hacían con transparencia” (!¡).
Monreal y Ebrard saben muy bien que el Presidente va a decidir la candidatura presidencial en Morena, y se adelantan a prevenir a sus partidarios ante la excedida inclinación del Ejecutivo por la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Scheinbaum. En la cercanía política con López Obrador, Monreal cuenta con mayor antigüedad que la jefa de Gobierno, pues lo acompaña desde que dejara el PRI en 1998 al aceptar la invitación del entonces dirigente nacional del PRD (AMLO) para competir por la gubernatura de Zacatecas (que ganó).
Después de la gubernatura y a partir del 2004, Monreal sería sin problemas varias veces diputado federal y senador, al lado del candidato presidencial AMLO de 2006 y 2012, hasta que se llegó la hora de la verdad cuando desempeñaba el cargo de responsable de la Delegación Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, y Monreal planteó la posibilidad de competir internamente en Morena por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, que la izquierda ya gobernaba desde 1997.
¿Qué motivó a López Obrador el negarle a Monreal la posibilidad de la candidatura en la Ciudad de México?, ¿Qué vio en el desempeño de sus cercanos colaboradores, si tanto Monreal como Claudia Sheinbaum habían sido jefes delegacionales en la CdMx?,¿Mayor o menor lealtad política entre sus principales colaboradores? Son muchas las dudas y pocas las respuestas en ese tema.
La realidad es que el presidente ha adelantado su propia sucesión y las cosas tienden a complicársele por su excesiva orientación a favor de la jefa de Gobierno. Al mencionar AMLO a los probables para sucederlo en el cargo (Sheinbaum, Ebrard, De la Fuente, Moctezuma) intencionalmente no mencionó a Ricardo Monreal, cuando todos consideraban a la terna —Marcelo,Claudia y Ricardo—, como la más viable y la más cercana a los intereses de la llamada 4T. Fallaron las predicciones.
Y la realidad es que a pesar de los cacareados cambios o la “gran transformación” que a cada rato anuncia el presidente, lo que no ha cambiado —ni cambiará— es el método sucesorio, que seguramente para el 2024 volverá a ser el mismo aplicado 100 años atrás, cuando Álvaro Obregón decidió que fuera Plutarco Elías Calles, su secretario de Gobernación, quien lo relevara en el cargo en 1924. El método de “presidente que deja candidato” ya está agotado en México, y al parecer a López Obrador no le causa el menor escozor, aún cuando presume ser un conocedor profundo de la historia.
En 1975 Luis Echeverría optó por José López Portillo, que fue solo; una campaña política sin oposición. López Portillo optó por Miguel De la Madrid en 1981, que empezó a desplazar a la clase política del gobierno. De La Madrid optó por Carlos Salinas en 1987, y provocó la ruptura en el PRI que dio origen al PRD. Salinas optó en 1993 por Luis Donaldo Colosio, asesinado en plena campaña presidencial. Ernesto Zedillo optó en 1999 por Francisco Labastida, que perdió la elección presidencial. Vicente Fox se le adelantó al PAN desde 1997 y ganó la candidatura y después la Presidencia. En 2005 Fox fue rebasado por el PAN, que se le adelantó con Felipe Calderón. Este a su vez impulsó a Ernesto Cordero en 2012, pero fue apabullado por el PAN al postular a Josefina Vásquez Mota. El mismo año, Enrique Peña Nieto optó por José Antonio Meade, que fue derrotado por López Obrador.
Es decir, desde 1988 que De La Madrid seleccionó como candidato. —con todo y tensiones en el PRI— a Carlos Salinas, ningún presidente ha logrado asegurar la Presidencia a su candidato favorito.
¿Habrá ruptura en Morena? ¿Se saldrá con la suya el presidente con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México?
Tendrá que operar para evitar la ruptura, en caso de estirar mucho la cuerda con Claudia Sheinbaum, y deberá negociar la Jefatura del Senado y el Gobierno de la Ciudad de México con el resto de los aspirantes, en caso de que pudiera alterarse su candidatura con algún disidente que decidiera postularse por otro partido como el Verde, por ejemplo.
No estará fácil de aquí al próximo año cuando habrá de tomarse la decisión. Esa infinidad de cambios en el gabinete con los reciclados de siempre, mandan la señal de un gobierno inestable e improvisado en un círculo muy cerrado que rodea al Presidente al que seguramente para la decisión más importante que viene, le importará más la “lealtad a ciegas” que los méritos y las capacidades de quien pudiera sucederlo en el cargo.
Y por si algo se ofrece, ya sabemos que para la oposición tiene reservados nombramientos en el servicio exterior no para mejorar la calidad del servicio, pero sí para dividirla y restarle puntos de aquí al 2024. Todo pareciera encajar en el plan pero… como afirmara Octavio Paz: “la historia, esa eterna caja de sorpresas”. ¿Sucesión Inédita?
bulmarop@gmail.com