Cuando no puedes con la realidad tangible y dura, lo que te queda es limitarte a la retórica, a que el discurso construya tu modelo de gestión, a que lo dicho suplante a lo hecho, aunque eso te condene a vivir del supuesto.
Amantes del sofisma, de la construcción subjetiva de la verdad, los funcionarios públicos pretenden sumergirnos en su mundo, en que nos apeguemos a su línea de pensamiento o, al menos, a sus anhelos políticos.
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Al creer que con su presencia todo está mejor para el ciudadano, o que encabezar un acto oficial es lo que le brinda la esencia de su oficio, el funcionario termina significándose como el epítome del mundo burócrata: sin mi nada funciona.
Ayer, la secretaria de seguridad María Dolores del Río visitó Cajeme, particularmente la colonia Villa Bonita, para reunirse con el Comité Vecinal; lo hizo en una escuela pública, que sirvió como marco perfecto para el lucimiento personal.
Controlado el entorno, los invitados e incluso gran parte de la prensa, la funcionaria se dispuso a lucirse: ofreció datos alegres, buenas cuentas y, al tiempo de señalar que falta mucho por hacer, el trabajo de ella y de quienes conforman la dependencia ha sido de diez puntos.
Lo que no dice la secretaria es que la seguridad en el estado se le ha ido de las manos a este gobierno, que las políticas implementadas han sido, en su mayoría, punitivas, al tiempo de que llenar de soldados y marinos las calles, no resuelve más que un asunto de imagen para que la gente vea elementos por las ciudades.
Firmar acuerdos, lograr la llegada de más fuerzas federales o hacer mancuerna con la Fiscalía, e incluso que los criminales se maten menos entre sí en comparación al año pasado, no significa nada.
Mientras la percepción y la sensación de la ciudadanía se mantenga, no hay nada qué celebrar o presumir, todo se resumirá a sofismas oficiales.
@cmtovar