Tiempos traen tiempos y las transiciones políticas también. Uno de los problemas de los nuevos gobiernos tiene que ver con el reclutamiento de servidores públicos para integrar los gabinetes en cada nivel de gobierno sea estatal o municipal. El federal no es excepción.
¿Cambiar para mejorar? ¿O que todo cambie, para que nada cambie?¿Idóneos o leales? Es un dilema que siempre está presente en la conformación de los equipos de trabajo. El tiempo, que todo acaba por juzgar, se encarga siempre de demostrar una u otra cosa.
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En la óptica de los que mandan siempre se da preferencia a las lealtades; pero no siempre basta con eso, si quienes desempeñan un cargo público no muestran aptitudes para ello. Eso lo pagan muy caro las comunidades o dependencias donde laboran.
Otra cuestión a resolver tiene que ver con los compromisos de última hora. Es decir, aquellos que abandonan una causa (casi siempre política) para pasarse a otra a cambio de ofertas de trabajo o espacios de participación administrativa y política en el gobierno que los recluta.
El reclutamiento fue cambiando con el tiempo y no pocos servidores públicos optaron por los parientes para que formaran sus equipos de trabajo, una práctica muy antigua, pero que ahora se ha recrudecido.
Los parientes —según el razonamiento oficial— ofrecen garantía de lealtad, aunque no se sepa de fondo si cuentan con aptitud para el cargo, pero cuando menos —dicen— se les puede controlar por la cercana relación familiar o por la necesidad que tienen de trabajar. Esto representa para el funcionario un dilema de tipo familiar que se debe resolver para abonar algo, mediante el favor y la decisión personal a la familia a la que se deben o parientes que presuntamente ayudaron a la causa.
En este asunto no todo ha sido miel sobre hojuelas en las nuevas realidades. Por lo general las cosas no funcionan o tienden a complicarse, con altos costos para los gobiernos y la gente. Se deforma el servicio público, se vuelve botín de familias y, lo peor, se fomenta el aventurerismo o improvisación política en cargos que por la vía de la relación familiar o la búsqueda de dinero influyen para integrarse a gobiernos que después terminan en escándalos o en decepciones sociales.
Por ejemplo: ¿Cuál sería el razonamiento político para volver a postular candidato a un ex alcalde detenido meses atrás en la frontera con los Estados Unidos?¿Pudo más el poder de grupo que el Estado de derecho? Tenía apenas cuatro meses en el cargo y ya no pudo continuar; fue encarcelado por falsificar documentos y resultó con juicios pendientes en los Estados Unidos. Fue liberado 15 meses después, pero los antecedentes penales quedaron. Eso no importó para que uno de los nuevos partidos políticos, — ante la carencia de figuras— y la alta competencia por el reclutamiento de cuadros y candidatos, lo diera de alta como aspirante a legislador para su nuevo partido. No ganó la elección, pero lavó imagen y mandó señales (en las nuevas realidades de la política) a los nuevos partidos ya no le importaron los requisitos ni los valores exigidos para hacer política. Todo por lograr un registro que no alcanzaron, deformando la vida partidista.
En otras palabras, se puede delinquir y ser candidato mientras las autoridades lo permitan y los promotores insistan. El pasado se borra con una nueva candidatura. Faltaba más.
Meter parientes a los gobiernos —sin rubor alguno— ha sido también las gran aportación de las transiciones recientes.
¿Qué importa “el que dirán” si un alcalde tiene a su cuñado de titular de un organismo descentralizado municipal, a su esposa como titular de una institución descentralizada estatal de educación, al hijo de ella como representante de una dependencia federal y a su nuera también como funcionaria?
O el otro caso donde la madre es una importante funcionaria estatal y uno de sus hijos es rector de una escuela de educación superior y el otro es miembro del órgano electoral estatal. ¿Sería por eso?
¿Cuáles méritos? Solo el parentesco y las relaciones políticas, faltaba más. Para eso han luchado y para eso ganaron. Para qué tanta lucha y tanto sacrificio, pues, si cuando estaban del otro lado también lucraron con las posturas opositoras para venderlas al mejor postor, y si era con el gobierno en turno, todavía mejor. Sienten que se las debían o que “Ya les tocaba”, como suele pensar una gran mayoría de los nuevos. Además, antes era peor, dicen, para justificarse, y a “nosotros la gente nos eligió por ser una opción distinta para provocar el cambio”. De risa.
Las mismas actitudes se ven en ese ex alcalde que para negociar la negativa de su reelección, recomendó a su mujer para ocupar una curul en el Congreso; o en el otro alcalde que abre un espacio de la administración estatal para que lo ocupe la hermana de su esposa; o en aquel dirigente político que prefiere a su hijo sobre los demás aspirantes para una posición de representación proporcional en el Congreso. O la familia que tiene al tío, los sobrinos y al hijo en posiciones de primer nivel.
¡¿De qué se fijan los envidiosos?! Si para eso se ha luchado y por eso llegaron al poder a nombre de una bandera que no entienden y menos asimilan. No saben ni les interesa lo que significa la 4T, pero sí saben cobrar los fletes sin llevar la carga! Y nada más por el mero parentesco!
El revanchismo político y el ‘gandallismo’ administrativo matan la ley de responsabilidades y la normatividad en materia de parientes, ¡Faltaba más!
Decía la ex secretaria de la Función Pública Irma Eréndira Sandoval que el llamado gobierno de la cuarta transformación iba a estar integrado solo con aquellos que “defendieran y creyeran” en los principios y los postulados del nuevo gobierno.
López Obrador la contradijo al reclutar como director el IMSS a un ex dirigente nacional del PAN y secretario de Estado con Felipe Calderón (Germán Martínez). Y también como secretario de Educación a un ex miembro del gabinete de Ernesto Zedillo (Esteban Moctezuma); Morena ahora tiene la novedad de haber incorporado al ex dirigente nacional del PAN Manuel Espino como aspirante al gobierno de Durango, después de que Espino pasó por varios partidos y pactó con la llamada 4T para trabajar en el área de seguridad pública.
Y ahora el Presidente de la República le ofrece cargos diplomáticos a ex gobernadores del PRI y el PAN(Sonora, Sinaloa, Nayarit, Quintana Roo, Guerrero), —no para mejorar el servicio exterior, faltaba más—, pero si con la sibilina idea de dividir a los opositores a su gobierno.
¿A dónde lleva esa tendencia de integrar los aparatos administrativos con parientes, aventureros de la política y tránsfugas o con concesiones a otras fuerzas? Primero a que los gobiernos sean un desorden sin pies ni cabeza y con una inestabilidad permanente y segundo, a tratar de prolongar en el tiempo, el poder de un partido o un grupo ante la lectura realista de la historia, que ha demostrado que no hay derrotas ni victorias para siempre, por más expectativas que generen ante la gente, por más popularidad que presuman, por más dinero que repartan para forjar una base electoral o por más invencibles que parezcan. De ese tamaño.
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