El político cree que sus decisiones, sobre todo las equivocadas, no dejan huella, que el tiempo se encarga de que la colectividad las olvide, o que al menos templa su juicio, de modo que pueda seguir en la vida pública sin apenas resabios.
También asume cierta imbecilidad social, cree que su posición le brinda una superioridad moral, casi una protección infalible que le deja el camino libre para cumplir deseos y aspiraciones: soy único y el resto es idiota.
El problema para esta fauna estriba en que el narcicismo tarde o temprano desvela la verdadera condición de sus huestes; que en la magnitud de su ego los políticos no lo reconozcan, es otra historia.
Por ello, es que lo que Guacamaya ha revelado tras su hackeo masivo a la Secretaría de la Defensa Nacional, desnudó el lado más oscuro de una clase política acostumbrada a vivir a través del engaño.
Hoy, el debate no está en la gravedad de los hechos, porque aunque en muchos casos es máximo, a nadie sorprende lo que se comprueba, únicamente abona al descrédito generalizado de la pléyade política.
La discusión realmente está en las apuestas sobre quién es el siguiente cuyos secretos quedarán colocados en la vitrina para el escrutinio público.
Se prevé que la elite del gobierno federal sea la que mantenga el protagonismo en las filtraciones, pero en dicha cúpula estuvieron personajes como el gobernador Alfonso Durazo.
En su papel como secretario de seguridad pública intervino en situaciones críticas y tomó decisiones no sólo controversiales sino también de alto calado, que se han mantenido en el imaginario colectivo desde entonces (basta con hablar del Culiacanazo).
Lamentablemente para Sonora y otros estados hoy gobernados por estos políticos, que aparezcan en la documentación de Guacamaya no haría más que abonar a que la imagen de la entidad se mancillara… aún más.
Por ello es que Durazo y otros, aunque vayan por la vida con un gesto pletórico, viven en la zozobra de lo que podría ser, víctimas de un pasado reciente cuyas puertas podrían abrirse de par en par y convertirse en el centro del debate público.
Y en el caso de los cuatroteístas, puede ser que tales decisiones no escondan ventajismo o corrupción, pero nos han enseñado que siempre tienen ese sesgo de buscar complacer al líder máximo (léase el presidente), aunque en ello les vaya la vida y el prestigio.
@cmtovar