Los nazis hicieron de la propaganda un poderoso mecanismo para que las mayorías apoyaran las afrentas hacia la comunidad judía, primero políticas, después segregacionales y económicas, finalizando con el horror del exterminio.
Con ese ejemplo, otros gobiernos y movimientos políticos han intentado posicionar su ideología como la única viable y adecuada para los tiempos vividos; desde el régimen comunista, pasando por las dictaduras sudamericanas o la ultraderecha europea, el punto es tan sencillo como terrible: no hay derecho a disentir, la verdad les pertenece.
México, en el sexenio que, paradójicamente, parecía destinado a acabar con el maniqueísmo, sufre de una visión cuasi totalitaria, donde solo los conceptos esgrimidos desde la silla presidencial y sus salones adjuntos, son válidos.
El país se encuentra en manos de una pléyade de políticos cuya estrategia es enredar los asuntos públicos en ideologías a modo, en las que mientras más se polarice, mientras más haya espacio para señalar a malos y buenos, mayor ganancia electoral y social.
Porque, en un ejemplo, no es que les interese realmente el devenir de la democracia, darle mayor poder al pueblo o reforzar la participación, lo que buscan es controlar a las instituciones a través del menoscabo de las mismas.
Cooptar a las instituciones es una medida ganadora para los gobiernos totalitarios: las intervienen para moldearlas a sus deseos e intereses, pero les dejan el mismo rostro con el fin de afirmarse como democráticos y plurales, aunque en el fondo hagan todo para prolongar su tiempo en el poder.
De ahí que los movimientos ciudadanos sean tan importantes: que la ciudadanía se reúna y tome las calles al unísono siempre será positivo, pues es la única forma en que dejará claro que no cederá en el derecho a disentir.
El gobierno intentará rebajar los logros, impondrá adjetivos y lanzará sus jaurías para insultar y amedrentar, pero la comunidad debe resistir, y al mismo tiempo estará obligada a escucharse entre sí, pues se necesitarán de todas las voces, de todos los estratos para enfrentar al poder.
Si quiere evitar el precipicio, la sociedad mexicana tiene que ser ejemplo de tolerancia, respeto y progresismo, pues de otra forma el destino será el fracaso y el fortalecimiento de un ente de gobierno más preocupado por las formas que por el fondo
@cmtovar