OPINION

Amasiato forzado

Leviatán

Columna de César TovarCréditos: Tribuna
Escrito en OPINIÓN el

Hoy que se celebra el Día de Muertos tendríamos que hablar de políticos que ya no debieran ejercer, que la labor en su cargo les privó de seguir con su carrera, de muertos del servicio público, sepultados por su mal quehacer y su tendencia a la corrupción y al escándalo.

Claudia Pavlovich es un ejemplo de ello: cuando tendría que estar en Sonora rindiendo cuentas y explicando tanto su toma de decisiones como su manejo del erario estatal, vive feliz en Barcelona a costillas de una ciudadanía que mira con asombro cómo la impunidad siempre es capaz de romper sus propios límites.

Claro que para ser una ciudadana más en Cataluña, Pavlovich debió primero endulzar oídos y besar manos, subyugarse voluntariamente ante el líder fue parte de un plan tejido con delicado ahínco.

Y ese líder, el presidente Andrés Manuel López Obrador, sucumbió no a los encantos de la exgobernadora, sino, como suele, a todas aquellas palabras que inflan su ego y nutren su perfil narcisista.

Así, a Claudia le bastaron unos minutos arrodillada para disfrutar al menos un par de años de las mieles del servicio exterior mexicano: se sabe, risitas por aquí, abrazos por allá, fotos, parafernalia, vestidos de alta moda y eventos de categoría, una vida sibarita que tanto le reconforta.

Entretanto, de este lado del Atlántico, un hombre pasa sus días entre la voluntad de hacer y la realidad de no poder, de asumir que su guía moral y política (el presidente), decidió vender los ideales y la bandera de acabar con la impunidad y la corrupción, dejándolo huérfano de mensaje aleccionador.

El gobernador Durazo reboza de buena voluntad, va hacia adelante constantemente, pero termina reculando porque debe cargar con el peso de los fantasmas del sexenio pasado. Con recursos limitados, un entorno enrarecido y cooptado por los grupos de poder que López Obrador se negó a disolver, sus manos y su moral están amarradas.

A cambio de la transformación prometida, el plato que le sirven a diario son enormes sapos que debe tragar sin deseo, pero sí con obligación de respetar la voluntad presidencial, tan dura como injusta.

Y entonces se ve en medio de un gobierno que apenas ha recorrido un año, con un entorno violento, sin dinero y rodeado de un equipo tan gris como soso, mientras entiende que Claudia, pese a todo lo que hizo y lo que no, duerme plácida en la bohemia Barcelona.

Al final, habrá otro sapo en el desayuno.

@cmtovar