"El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas"
-Jean Jacques Rosseau-
El contrato social existe aunque no se busque, es inherente al desarrollo de las comunidades que, a través del tiempo, encuentran convenciones sobre las cuáles giran sus decisiones, entre ellas el mecanismo para elegir a sus autoridades.
Aunque simbólico, el acuerdo entre el ciudadano y el Estado se firma diariamente en la dualidad que representan la exigencia de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones, que en buena medida tienen base en respetar un reglamento común.
De esta forma, al Estado se le confieren varias exclusividades por ejercer, entre ellas el monopolio del uso de la fuerza, entendida como la violencia oficializada para mantener la paz y garantizar la seguridad.
Queda claro que nuestro país no cumple con varias de las obligaciones que el contrato le exige, entre ellas el monopolio citado, roto a base de balas, sangre y atrocidades por un crimen organizado que en muchas zonas de México incluso sustituye al Estado en otras tareas básicas (ayudas sociales, control del mercado, distribución de productos básicos).
En el caso local no hay que irse muy lejos, hoy por hoy Sonora representa un ejemplo claro de cómo el contrato social, que Rosseau ideó hace 260 años, se evapora por el fuego con que los criminales rodean su territorio.
Se trata de un fuego no solo de arma, sino también uno que hace andar a una maquinaria añosa y perversa, que corrompe hasta la médula de las instituciones, que esfuma inversiones y destruye la capacidad de las autoridades para hacer algo, para responder a la crisis.
Pero, sobre todo, este fuego roba al ciudadano las certezas indispensables para vivir. Y si este no tiene claro si ir a la escuela o al trabajo es seguro, o de que instalar un negocio propio le pondrá en manos de los extorsionadores, o si puede transitar por cualquier calle, a cualquier hora, o adquirir un bien, entonces el Estado se encuentra colapsado.
Que el gobierno estatal eche mano de recursos retóricos, de eufemismos baratos y de lugares comunes, significa que no admite su fracaso, y que para ello solo intenta administrar la violencia criminal, no enfrentarla.
Su problema es doble: no hay manera de que esta estrategia se sostenga en el tiempo y aún le quedan 5 años en el poder, además que la incredulidad es una tierra de la que nunca se vuelve.
@cmtovar