De los gobernantes esperamos que resuelvan los conflictos cotidianos, lo que afecta la vida diaria de los ciudadanos; si no pueden, un logro mínimo sería no empeorar las cosas… absurdamente la mediocridad no parece tan mala cuando uno de ellos es incompetente.
Cuando un gobierno hace de la inacción su tendencia, básicamente reconoce que carece de respuestas, de las habilidades y de los recursos para hacer frente a la problemática: renuncia a ejercer el poder y ve la vida pasar.
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Se concentra entonces en fruslerías, en aspectos banales del arte de gobernar, creyendo que, si se mantiene minúsculo, los mayúsculos problemas irán cediendo terreno por simple acción del tiempo.
Sonora ejemplifica perfectamente lo dicho: a casi siete meses de que Alfonso Durazo llegó al poder, su administración destaca, absurdamente, por su bajo perfil: sus secretarios toman pocas decisiones y, si lo hacen, es sobre asuntos de poca monta.
Los grandes problemas que enfrenta la entidad no son abordados abierta ni claramente sino tapados por la inmediatez, por la atención al nivel de una alcaldía; no existe una visión de estado, sólo de emergencia.
Mientras, el gobernador tiende a usar su tiempo y presencia en redes sociales para postear constantemente imágenes con animales: perros y gatos disputan el protagonismo en las cuentas del mandatario, quien aprovecha ese gancho sentimental que suelen tener las mascotas entre el público para ganar adeptos.
Habla Durazo de que estos animales también tendrán espacio en su sexenio y que se harán políticas favorables para mejorar sus vidas, lo cual no es malo per se, pero sí parece innecesario cuando el estado arde en varios sectores.
La inseguridad, una economía decaída, ayuntamientos sumidos en la ignominia, ingobernabilidad en amplias zonas, falta grave de recursos, son algunos de los tópicos que se soslayan mientras el debate se centra en asuntos menos urgentes.
@cmtovar