El negocio del litio tiene analizándose en México al menos una década; fue hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto en el que el gobierno federal decidió otorgar las primeras concesiones, siendo la más clara para establecer un negocio redituable la de Sonora.
El yacimiento en el estado se ubica en Bacadéhuachi, un pequeño municipio donde, como pude comprobar personalmente hace meses, sus habitantes desconocen que su suelo podría valer millones de dólares y es disputado por la 4T y grandes empresas trasnacionales.
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De acuerdo con el precio actual de la tonelada del carbonato de litio (indispensable para la industria tecnológica), las concesionarias ganarán al menos 320 millones de dólares anuales una vez que comience su producción, la cual no es segura aún por las condiciones en que se encuentra el mineral.
Evidentemente, los números y la realidad económica y geopolítica hacen del asunto un tema jugoso para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que encontró en este codiciado mineral una poderosa arma retórica.
Por estrategia, el presidente pretende usar dicho recurso como un elemento de negociación con gobiernos y empresas de los países ‘neoliberales’, confiando en que el Estado puede hacerse cargo de la exploración, explotación y comercialización a través de una paraestatal.
Lo que parece que no ha calculado bien es que detrás del tema del litio en Sonora está el gobierno de China y Elon Musk, quizá el hombre más poderoso del mundo. Dicho esto, la interrogante está en si realmente AMLO irá al choque con estos titanes o tiene ya un acuerdo.
Un acuerdo que le permita mantener el discurso nacionalista, pero que a la vez le alcance para no entrar en una disputa comercial e internacional en la que carece de armas para salir avante.
Lo que olvida es que, en su juego, quien pierde más es Sonora.
@cmtovar